Aguinaldo 2002
«Rema mar adentro»[1] (Duc in altum)
Hacia el
mar abierto y hacia aguas profundas.
Introducción
Los
salesianos hemos peregrinado con la iglesia dirigida por Juan Pablo II durante
el camino del jubileo.
Con
él hemos recorrido los grandes temas de la fe y del bautismo, de la
confirmación y de la esperanza, de la eucaristía y de la reconciliación, de la
caridad y de la misión.
Con
él hemos celebrado la gran reconciliación, según nuestras propias
características: en los diversos encuentros con los jóvenes y en las Jornadas
Misioneras, en la vida consagrada, en una profunda reflexión sobre el laicado,
sobre la educación, sobre el humanismo y, en general, sobre la presencia de los
cristianos en la sociedad y en el mundo.
Por
esto acogemos la propuesta que el Papa nos hace para el camino posterior al
jubileo y hacemos propio el mandato de “Duc in altum”.
Juan
Pablo II nos entrega un "mandato", que queremos hacer nuestro: Duc
in altum (Rema mar adentro), hacia el mar abierto y hacia aguas profundas.
El
punto de partida es esta "cita" del trozo del Evangelio trasmitido por
Lucas, que queremos traer a aquí textualmente por dos razones. La primera se
conecta con una invitación, que con frecuencia repetimos a nuestros jóvenes y a
todos los fieles, de acercarse al Evangelio con el método de la lectio
divina. Esta página representa muy bien situaciones constantes y repetidas
de la Iglesia: polivalencia y confusión de elementos, miedos varios,
indefinidos campos de acción, desaparición aparente del Señor, urgencias de fe
y de seguridades....
La
segunda razón - íntimamente unida a la primera - es que deberemos interiorizar
esta página como una eficaz "llave de interpretación" de la vida
cristiana en nuestro tiempo, y acoger la invitación de reflexionar sobre otras
páginas del Evangelio con la misma intención de actualizarlo. Conviene
advertir, a este respecto, que la Novo Millennio Ineunte es un óptimo
texto de meditación para los jóvenes y para los adultos cristianos. No se
trata, en efecto, de un documento dirigido solamente a unos pocos expertos, que
resulta difícil para el fiel medio. Los jóvenes, no sólo sacarán provecho de él
sino que tendrán un argumento personal contra la reiterada excusa de oscuridad,
de dificultad y de alejamiento de la vida de los documentos de la Iglesia.
Leemos
el texto de San Lucas:
"Estaba
él a la orilla del lago de Genesaret y
la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos
barcas que estaban a la orilla. Los pescadores habían bajado de ellas, y
lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas que era de Simón, le rogó que
se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la
muchedumbre.
Cuando
acabo de hablar dijo a Simón: rema mar adentro, y echad vuestras redes para
pescar. Simón le respondió: Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no
hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes. Y haciéndolo así,
pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse.
Hicieron señas a los compañeros de la otra marca para que vinieran en su ayuda.
Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían
.
Al
verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: Aléjate de mí,
Señor, que soy un hombre pecador. Pues el asombro se había apoderado de él y de
cuántos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de
Santiago y Juan, hijos del Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a
Simón: No temas. Desde ahora serás pescador de hombres. Llevaron a tierra las
barcas y, dejándolo todo, le siguieron"[2]
*
* *
Este
aguinaldo ha nacido en el sufrimiento de mi enfermedad, porque el cansancio
físico hace más difícil el trabajo del pensamiento, pero esto me ha dado la
oportunidad de pensar para vosotros palabra por palabra, y de agradeceros el
afecto y la proximidad, la oración y la colaboración solidaria, y de pedir para
todos y cada uno de vosotros toda clase de gracias, en especial la de la
santidad.
El
profundo sentido del “Duc in altum” (Rema mar adentro)
En
tres palabras (Duc in altum) se condensa la reflexión y la exhortación
de Juan Pablo II, en la conclusión de su Carta[3] que pretende
recoger y "relanzar" los resultados y las esperanzas de las
celebraciones jubilares.
El
mismo Papa ofrece del Duc in altum una interpretación de conjunto:
"Un nuevo milenio", escribe, "se abre ante la Iglesia como un
océano inmenso en el cual hay que aventurarse, contando con la ayuda de Cristo.
El Hijo de Dios, que se encarnó hace dos mil años por amor al hombre, realiza
también hoy su obra. Hemos de aguzar la vista para verla y, sobre todo, tener
un gran corazón para convertirnos nosotros mismos en sus instrumentos”[4].
De
algunas nuevas realidades ya hemos visto los resultados positivos y negativos.
Otras han sido presentadas en la reflexión jubilar como desafiando la dignidad
y el bien del hombre.
El
mar adentro puede referirse a la nueva
dimensión del espacio en el que estamos llamados a trabajar: el cosmos se ha
convertido en el lugar de trabajo del hombre, y Cristo debe dar sentido a esta
empresa, a las intenciones que la guían y a los propósitos que la mueven. Es
evidente que no todo en el presente momento es conforme a su Reino; basta
pensar en las bombas que caen desde el cielo, en los enormes gastos sólo por el
espionaje agresivo y las muchas guerras que existen en este momento.
El
mar adentro es también la dimensión
cultural del planeta: desde el encuentro en el reconocimiento del derecho a la
existencia y del valor de muchas culturas, que deben acogerse entre sí y
comunicarse no en abstracto o en las salas de las bibliotecas, sino entre cada
una de las personas y en las comunidades humanas.
El
mar adentro es la multiplicidad
religiosa que tienen que tener en cuenta el cristianismo y la evangelización.
En nuestras comunidades cristianas, en las escuelas y los barrios nos cruzamos
con la gran diversidad de las pertenencias y de las orientaciones religiosas.
El
diálogo, la acogida, la tolerancia, la moderación de los impulsos
fundamentalistas forman parte de la educación religiosa y de la evangelización,
junto al claro testimonio, a la entusiasta confesión y al eficaz anuncio de nuestra
fe en el Señor resucitado.
Pero
la pluralidad religiosa delinea un escenario distinto del de antes. Es
necesario convencerse que las religiones están, ante todo, para el bien y para
la libertad del hombre, y no son ciertamente un yugo de preceptos (aún cuando
éstos tienen su legitimidad), y que con frecuencia, cuando las religiones se
proponen asumir la fe de cada uno y dar a ella una forma socio-cultural, pueden
convertirse en instrumentos de poder y de dominación a través de la imposición
de la verdad, del código de propios preceptos, de la ritualidad obligatoria, de
la clasificación de la gente,...
Lo
experimentó Jesús con la religión judía. Éste es precisamente el sentido de sus
intervenciones contra las autoridades y el templo; éste es, también, el origen
de su revolucionario comportamiento respecto a los pobres, a las mujeres, a
todos aquellos que eran clasificados públicamente como "pecadores", a
las formas exteriores del culto y a los preceptos. La religión, sin profecía,
sin carisma, sin contestación y sin amor se convierte en un peso y un yugo.
Somos "catequistas", es decir profesores de religión: debemos vivir
la religión en primer lugar como "fe" comunitaria, y de esa forma nos
convertiremos en especialistas en comunicarla como fuente de sabiduría y de
alegría, de nuevos horizontes y de esperanza. Nos encontramos ante nuevos
contextos familiares, en los cuales entran en juego la convicción, la
tolerancia, y la capacidad de encuentro y de diálogo.
El
mar abierto puede referirse a
cuestiones y a problemas que en los últimos 50 años se ha convertido en
alarmantes, y para los que se ha invocado una cultura. ¿Cuál? Juan Pablo II
afirma que en el origen de una auténtica "cultura del hombre” está la
espiritualidad. Se trata casi de un nuevo programa educativo, del que hoy tiene
necesidad la humanidad. Algunos de sus capítulos son mencionados en la Novo
Millennio Ineunte: la educación a la vida, la recuperación del sentido y la
ética del amor; el ambiente y la responsabilidad de cada uno frente a él; el
derroche, y la templanza pedida; la pobreza y la producción de los bienes; la
deuda exterior y la justicia internacional; la solidaridad entre los pueblos a
nivel de buena voluntad y de organización institucional; la custodia enérgica
de los derechos de los pobres (niños, mujeres, pobres); la paz como estado y
como camino para la solución de los conflictos; la concientización, la
sensibilización, la cooperación para la solución de las "grandes
plagas", como los refugiados, los prófugos, los enfermos de sida,...
Podremos
decir entonces que el mar adentro es un conjunto de nuevas realidades y
de valores que todavía no habían iluminado ni vivido suficientemente a la luz
de la redención, y que hoy estamos llamados a asumir como trabajo y testimonio:
Cristo es la plenitud y el sentido de lo creado; el Padre ha hecho de él el
corazón del mundo; en el espíritu de la encarnación, en él y por él todo será
dirigido al bien del hombre, cosa que en el momento presente no sucede. Jesús
pues debe, también, redimir y liberar la realidad humana del yugo del pecado.
En
resumen, la invitación al mar adentro anima a explorar realidades y
valores, y a insertarlos positivamente en nuestra formación y en nuestra
práctica educativa.
Pero
no basta con enunciar los nuevos espacios, la nuevas exigencias y los nuevas
realidades.
En
nuevo milenio se presenta como un cruce entre civilización y fe, lo cual
significa un encuentro entre humanidad y gracia, entre historia humana y
encarnación. La razón humana ha crecido y sufre retos. Basta pensar en los
problemas de la verdad, del sentido, de la ética,... Hoy, cuando en la
educación hablamos de espiritualidad, entendemos, sin discontinuidad, la
búsqueda del mejor y posterior sentido para nuestra vida, la experiencia
religiosa con sus elementos de creación, sus contenidos y su camino, la opción
de un tipo de existencia. Desde estas perspectivas la espiritualidad asume los
criterios fundamentales de elaboración cultural y de fundamento ético. De aquí
la recomendación por la autenticidad, la duración y la eficacia de un
compromiso.
¡Hay
que contemplar también el rostro de Jesús! También hoy él repite: "Yo soy
la verdad"[5].
Y
habla, mucho, del influjo que la actitud del hombre tiene ante la verdad e
incluso en la acogida del don de la fe: "Todo el que es de la verdad,
escucha mi voz"[6].
Precisamente esta afirmación provoca la duda escéptica de Pilatos.
¡Ésta
es la identidad divino-humana que emerge con fuerza de los Evangelios!
Éstos
nos ofrecen una serie de elementos, gracias a los cuales podemos introducirnos
en aquella "zona-límite" del misterio, representada por la
autoconciencia de Cristo. Todavía es necesario explorar numerosos aspectos
catequísticos del misterio de Cristo: su absoluta centralidad de referencia en
todas las formas de religiosidad, según los criterios de la cristología
inclusiva; el crecimiento humano de la autoconsciencia de Jesús como Hijo de
Dios[7]; el
misterio de su presencia real en el rostro de los pobres.
Nunca
terminaremos de indagar el abismo de este misterio. Cada creyente encontrará espacios
infinitos de profundización a través de la meditación de fe. Por esto Juan
Pablo II, en el año jubilar, recomendó releer el Evangelio dejándonos guiar por
el Espíritu, y por esto la preparación al jubileo fue acompañada por la lectura
de los Evangelios de Marcos, de Lucas y de Mateo.
Ahora
- para ir más allá de las acciones corporrales y también de los hechos
milagrosos y para acercarnos de esta forma a la conciencia y a los sentimientos
de Jesús - además de la investigación teológica, una ayuda relevante puede
venir desde aquel patrimonio que es la "teología vivida" de los
santos. Pero antes aún, estas direcciones hacia lo profundo nos vienen del
Evangelio y de la historia de las comunidades cristianas.
Si
para remar hacia el mar abierto con confianza eran necesarias algunas
indicaciones (verdad, sentido, solidaridad, política), para ir hacia aguas
profundas se indican algunas prioridades. Juan Pablo II enumera las
siguientes:
a)
Partir nuevamente de
Cristo. «No se trata», dice el Papa,
de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre,
recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en
Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida
trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la
Jerusalén celeste. Es un programa que no cambia al variar los tiempos y las
culturas, aunque tiene en cuenta el tiempo y la cultura para un verdadero
diálogo y una comunicación eficaz. Este programa de siempre es el nuestro para
el tercer milenio"[8].
b)
Asumir la santidad
como ideal y meta cotidiana. Éste es
el argumento más fuerte del Evangelio para tantas figuras de santos: santos
pastores, santos carismáticos, santos educadores, santos y santas de la
caridad. Tal vez ésta es una de las verdades más importantes, que estamos
olvidando en nuestro último tiempo, aunque figuras como las del Padre Pío, de
Madre Teresa y de Juan XXIII nos la proponen eficazmente.
c)
Aprender a hacer
oración, ejercitarla, crecer en ella
aprendiendo a hacerla siempre de una forma nueva de los labios de Jesús. De
aquí dependen, a su vez, numerosos temas e instancias, como por ejemplo la sed
de espiritualidad, que parece un "signo" de nuestros tiempos, las
"escuelas de oración" y la misma vida consagrada.
d)
Vivir la liturgia, en particular en la celebración eucarística
dominical comunitaria, con el máximo empeño. Hay que dar un puesto
privilegiado, pues, a la liturgia, "el culmen hacia el que tiende la
acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de la cual emana toda su
fuerza"[9]. En
el siglo XX, especialmente después del Concilio, la comunidad cristiana ha
crecido mucho en el modo de celebrar los Sacramentos, en especial de la
Eucaristía. Es necesario insistir en esta dirección, dando un relieve especial
a la Eucaristía dominical y al mismo domingo, vivido como un día especial de
fe, día del Señor resucitado y del don del Espíritu, verdadera Pascua de la
semana. Desde hace 2000 años, el tiempo cristiano está marcado por la memoria
de aquel "primer día después del sábado"[10] en el que Cristo
resucitado llevó a los apóstoles el don de la paz y del Espíritu[11].
e)
Acoger la verdad de
la resurrección de Cristo como un dato que está en el origen sobre el que se apoya la fe cristiana[12]. Es el
acontecimiento que nos coloca en el centro del misterio del tiempo, y prefigura
el último día, cuando Cristo volverá glorioso. No sabemos qué acontecimientos
nos reservará el milenio que está comenzando, pero tenemos la certeza que
permanecerá firmemente en las manos de Cristo, el "Rey de Reyes y Señor de
los Señores"[13]
y “precisamente celebrando su Pascua, no sólo una vez al año sino cada domingo,
la Iglesia seguirá indicando a cada generación “lo que constituye el eje
central de la historia, con el cual se relacionan el misterio del principio y
del destino final del mundo»"[14].
f)
La capacidad, el
espíritu y el sacramento de la reconciliación.
Pero
para ir hacia aguas profundas son también necesarias algunas convicciones, que
a nosotros - como pastores y seguidores de una espiritualidad pastoral -
interesa subrayar:
a)
Ante todo la
primacía de la gracia. “En la programación que nos espera, trabajar con
mayor confianza en una pastoral que dé prioridad a la oración, personal y
comunitaria, significa respetar un principio esencial de la visión cristiana de
la vida: la primacía de la gracia. Hay una tentación que insidia siempre todo
camino espiritual y la acción pastoral misma: pensar que los resultados
dependen de nuestra capacidad de hacer y programar. Ciertamente, Dios nos pide
una colaboración real a su gracia y, por tanto, nos invita a utilizar todos los
recursos de nuestra inteligencia y capacidad operativa en nuestro servicio a la
causa del Reino. Pero no se ha de olvidar que, sin Cristo, «no podemos hacer
nada» (cf. Jn 15,5)»[15].
b)
La fuerza de la
santidad. “Terminado el Jubileo,
empieza de nuevo el camino ordinario, pero hacer hincapié en la santidad es más
que nunca una urgencia pastoral”[16].
c)
Una espiritualidad
de comunión. La Iglesia, casa y
escuela de comunión, busque la acogida del hermano a la luz de la Trinidad, al
fiel en el cuerpo místico, las diversas vocaciones; rechace las tentaciones individualistas,
busqué nuevamente el ecumenismo y el diálogo interreligioso. “Antes de
programar iniciativas concretas, hace falta promover una espiritualidad de la
comunión, proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se
forma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las
personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias
y las comunidades. Espiritualidad de la comunión significa ante todo una mirada
del corazón dirigido sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en
nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos
que están a nuestro lado. Espiritualidad de la comunión significa, además,
capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico
y, por tanto, como «uno que me pertenece», para saber compartir sus alegrías y
sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para
ofrecerle una verdadera y profunda amistad. Espiritualidad de la comunión es también
capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y
valorarlo como regalo de Dios: un «don para mí», además de ser un don para el
hermano que lo ha recibido directamente. En fin, espiritualidad de la comunión
es saber «dar espacio» al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros
(cf. Gal. 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos
asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y
envidias. No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco
servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios
sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento”[17].
d)
Apuesta por la
calidad - opción por los pobres, estilo cristiano de acción - papel
preponderante de los laicos.
“Obviamente todo esto tiene que realizarse con un estilo específicamente
cristiano: deben ser sobre todo los laicos, en virtud de su propia vocación,
quienes se hagan presentes en estas tareas, sin ceder nunca a la tentación de
reducir las comunidades cristianas a agencias sociales. En particular, la
relación con la sociedad civil tendrá que configurarse de tal modo que respete
la autonomía y las competencias de esta última, según las enseñanzas propuestas
por la doctrina social de la Iglesia»[18].
He
aquí, pues, exploradas las dos direcciones de marcha: hacia el mar abierto y
hacia aguas profundas.
Ahora
debemos tomar nuestras barcas, para remar mar adentro y echar las redes.
«Nuestras
barcas» son las instituciones educativas y las presencias pastorales, el
Movimiento Juvenil Salesiano, las asociaciones locales salesianas y las comunidades
consagradas.
Las
instituciones educativas y las presencias pastorales:
Éstas
son las realidades salesianas más numerosas, y las primeras en las cuales está
comprometida la Congregación en su proyección sobre el mundo. Emergen las
escuelas y los centros de Formación Profesional, que ofrecen la posibilidad de
comunicar una cultura orgánica, de reformar la mente y la conciencia, de
proponer una síntesis entre el humanismo y el Evangelio.
Las
escuelas salesianas deben mostrar nítidamente su carácter y su instancia
formativa, como la "paideia" y la "humanitas",
es decir la educación al mejor humanismo, la educación de la conciencia, la
propuesta de la verdad contra el genericismo, la valorización de la dimensión
ética, la profundización de la fe y de la razón, la pasión cultural que dé
lugar a iniciativas atrayentes.
Verdaderamente
hay que dar mucho campo a la libertad, pero a nosotros nos interesa saber hacer
una propuesta: que los jóvenes no nos encuentren solamente ocupados entre las
cosas que hay que hacer, los horarios que hay que preparar, los alimentos que
hay que distribuir sino que nos vean emerger en el cuidado atento a los que
tienen sed de verdad y hambre de justicia. La formación de colaboradores,
animadores, jóvenes, voluntarios,... deberá ocupar un puesto preeminente en el
proyecto educativo pastoral. Estamos en una encrucijada, y nada es más
peligroso que la ligereza del pensamiento. Algún antiguo doctor pensaba que de
la corrupción de la mente venía la corrupción de las costumbres, y que no
estaba equivocado, lo vemos demostrado en el tiempo en que vivimos, con sus
opciones individualistas sobre lo que es verdadero.
También
en las presencias pastorales y misioneras, juntamente a la oferta, a la
difusión y al primer anuncio de la Palabra de Dios hay que cuidar una formación
completa de aquellos que pueden influir en la comunidad, los catequistas, los
animadores, los miembros de los consejos parroquiales, etc.
Todavía
hoy la escuela salesiana es, ante todo, educación de la razón a través de la
cultura crítica, tal como se expresa y se estructura en el estatuto
epistemológico de cada una de las disciplinas. Por su parte el Papa en la plaza
San Pedro, durante el primer convenio nacional de la escuela católica de 1991
recordó que "el primer compromiso de la escuela católica es ser escuela,
es decir lugar de cultura y educación, de cultura con fines educativos"[19].
El
problema, pues, para el hoy del carisma salesiano en la escuela es el
compromiso de todos nosotros por hacer pasar la salesianidad de espíritu de
animación de las personas a principio y a criterio para producir cultura nueva
y específica para la escuela y en la escuela. Parafraseando una conocida frase
de Don Bosco, podemos decir que una escuela es salesiana por los contenidos
culturales salesianos que se transmiten en ella.
Un
segundo elemento importante de nuestra tradición educativa escolar lo podemos encontrar
en la asamblea nacional sobre la escuela católica del 27-28 de octubre de 1999,
que descubrió en la renovación del sistema escolar formativo, ya puesto en
práctica desde hace tiempo, "el paso de una escuela sustancialmente del
Estado a una escuela de la sociedad civil"[20].
Se
ha llegado a esta formulación porque ha madurado la convicción de que el
derecho a educar pertenece a la persona humana en cuanto tal, antes que a cualquier
otra entidad, y por tanto el sujeto educador natural es la persona humana.
Iglesia y Estado, congregaciones e instituciones son complementarios y deben
ofrecer un servicio diferenciado a esta potencialidad originaria, para que la
persona sea capaz de ejercitar esta insustituible tarea.
Se
trataría, hoy, de hacer que la sociedad civil fuera capaz de proporcionarse sus
propias escuelas. Nosotros hemos manifestado esto mismo en nuestra tradición
educativa-escolar con dos expresiones características: "escuela
popular" y "espíritu de familia", entendiendo por popularidad la
atención privilegiada a determinados sujetos, y por espíritu de familia a la
primacía educativa del amor.
Hoy
la "popularidad" en la escuela está llamada a ser criterio del hacer
cultura y del gestionar estructuras.
La
actualidad del espíritu de familia, para los salesianos, sería hoy, sobre todo,
la "profesionalización escolar de los padres", es decir la promoción
de los padres para una presencia competente en la escuela.
El
Movimiento Juvenil Salesiano:
Sus
raíces están en los orígenes: las compañías. Pero su realidad actual ha
comenzado hace 20 años, con la entrada de los "adolescentes adultos"
en el programa de nuestra pastoral juvenil y con su voluntad de comprometerse
con Don Bosco. Los encuentros de 1988, de 1999, de 1994 y de 2000 han subrayado
la dimensión mundial, pasando de una simple proclamación a un programa de
valores posteriormente explicitados en aspectos de inspiración y de práctica
diaria.
La
Espiritualidad Juvenil Salesiana ha sido propuesta como camino común. Los
mensajes jubilares del Rector Mayor han dado vida a la unidad entre los
diversos grupos del mundo, marcada por un fuerte sentido de referencia y de
pertenencia. Dentro del Movimiento Juvenil Salesiano (MJS) surgen y se forman
animadores, agentes de pastoral y voluntarios que pretenden inspirarse en la
caridad pastoral de Don Bosco y se convierten en un campo fecundo para las
vocaciones.
El
MJS existe y actúa como levadura de nuestras instituciones educativas y
pastorales. Quiero exhortar para que se cree y se una allí donde todavía no
existe. He podido ver los frutos de su presencia en escuelas, oratorios y
parroquias, y donde hay un salesiano que lo anima. Pero el MJS va mucho más
allá: es posible ponerlo en práctica en parroquias, diócesis, ambientes
escolares externos, en barrios,.... En todo caso tiene que estar garantizada la
prioridad de la formación humana y cristiana: el sujeto que quiera adherirse
debe tener, al menos, la voluntad disponible a un camino formativo. Cuando esto
falta, no hay pesca, aunque hayamos trabajado toda la noche. Para obtener algún
resultado, es necesario comprometerse seriamente en la formación de los
dirigentes, de los animadores, de los entrenadores, etc.. Y esto también en
los, así llamados, movimientos civilmente reconocidos, en los cuales
presentamos una identidad humanística, abierta a lo religioso.
En
el Forum MJS 2000 del Colle Don Bosco, coincidiendo con la Jornada
Mundial de la Juventud, he resumido el estado actual del MJS, que quisiera dar
a conocer a todos, porque constituye una plataforma ya segura de punto de
llegada y de nuevo punto de partida.
En
esta última fase el Movimiento Juvenil Salesiano se ha desarrollado
fundamentalmente en torno a estas tres líneas:
a)
La Espiritualidad
Juvenil Salesiana, asumida cada vez con más conciencia y claridad: el desarrollo de sus núcleos fundamentales y, sobre
todo el esfuerzo por testimoniarla en la vida concreta, han hecho de ella un
estilo de vida cristiana, inspirado en el carisma salesiano, especialmente
apropiado para un joven que vive en un mundo pluralista y globalizado, confuso
e inquieto, con una multitud de modelos y propuestas, con frecuencia
contradictorias, con problemas serios de conciencia y de sentido.
b)
El cuidado de una
comunicación siempre más frecuente y siempre más cualificada, a través de diferentes plataformas de coordinación
en ámbitos cada vez más amplios. En muchas naciones se han creado órganos de
coordinación y momentos de encuentro, en los que los jóvenes tienen un
creciente protagonismo. Esta comunicación se da también en el ámbito mundial.
Ya en el año 1988, centenario de la muerte de Don Bosco, el Movimiento Juvenil
Salesiano se manifestó con vivacidad y creció en la conciencia de su propia identidad.
En los años sucesivos se han ido celebrando diversos encuentros en las
diferentes partes del mundo como el “Confronto 92” y el “Confronto 99” en
Europa, los encuentros juveniles en distintas naciones de América latina, en la
India, etc. Y ahora tiene lugar este FORUM internacional.
c)
He hablado de
comunicación de calidad: porque si comenzamos con momentos de fiesta - y a este
aspecto no debemos renunciar nunca, porque forma parte de nuestra
espiritualidad - se ha ido llegando al diálogo e intercambio sobre temas
sustanciales de nuestra espiritualidad, dejándose interpelar por los desafíos
de nuestro tiempo que nos cuestionan como educadores y animadores.
d)
La formación de los
animadores y animadoras. La
presencia y la acción de animadores y animadoras bien formados tienen una
especial importancia en la comunicación de la Espiritualidad Juvenil Salesiana,
en su traducción en itinerarios educativos diferenciados y en la coordinación
del Movimiento en el ámbito local, nacional e internacional. Por eso es un
signo muy positivo el hecho que se haya pasado de una preparación rápida y
puntual a una formación sistemática, de una preparación ocasional a una bien
pensada y proyectada. Me ha alegrado mucho conocer, en diversas partes del
mundo, el plano de formación de los animadores, con programaciones para varios
años, con indicaciones precisas de objetivos, contenidos y experiencias, etc.
De
todo lo que hemos afirmado hasta aquí podemos, pues, concluir que el Movimiento
Juvenil Salesiano no es un deseo o un sueño, sino una realidad. Lo he visto en
las visitas a los diversos continentes, en las cuales siempre me encuentro con
la realidad del Movimiento Juvenil Salesiano; unas veces en su expresión más
amplia, otras, con aquellos que comparten de una forma más consciente y
explícita la propuesta y sus valores, y constituyen como su "núcleo
animador"; es lo que sois todos vosotros en este Forum, representando a
tantos otros amigos y amigas vuestras.
a)
Realmente este
Movimiento es un verdadero Movimiento "juvenil", formado en su
gran mayoría por jóvenes, los cuales no desdeñan ni minusvaloran la presencia y
la amistad de adultos, consagrados y seglares, que caminan con ellos. Es
juvenil por el estilo y por la modalidad de animación y de compromiso. En
muchas partes se ha constituido una “consulta” de jóvenes que funciona con
regularidad y cuida también de la presencia y la representación dentro de la
Iglesia local.
b)
Es un movimiento "educativo"
original. Hay en él diversos niveles de identificación y de pertenencia, así
como diferentes formas de participación y de compromiso, según las necesidades
y el camino educativo de cada uno de sus componentes. Participan tanto niños,
muchachos, jóvenes como también adultos, colaborando juntos a la formación de
todos. El Movimiento de esta forma se convierte para muchos en el ambiente
donde experimentan la alegría de la vida, recobran fuerzas, beben en las
fuentes de la espiritualidad, se apropian de algunos valores fundamentales y
aprenden a traducirlos en su opciones concretas de vida.
c)
Es un movimiento "mundial".
Este Forum es un signo evidente de su internacionalidad; pero el Movimiento se
extiende mucho más allá de los lugares que vosotros representáis. Ello es una
gran oportunidad para trabajar "en red", operando en favor de todas
aquellas causas que tocan a la dignidad de la persona, a la promoción de los
jóvenes, a la solidaridad con los pobres, a la nueva evangelización. Esta
mundialidad puede ser también la ocasión para estrechar hermanamientos
entre grupos y países, entre asociaciones y obras; y aún más para individuar
posibles sinergias y colaboraciones con las Iglesias locales y con las
Instituciones civiles”[21].
Las
asociaciones laicales salesianas:
Hemos
vuelto a escuchar, y no por casualidad, la valoración de Juan Pablo II sobre la
importancia del laicado en el nuevo milenio.
Nosotros
tenemos a los cooperadores, que han recorrido un camino hacia la
autonomía y la comunión. Son el prototipo del laico salesiano en el mundo. El
modelo del cooperador no es ni tan pequeño ni tan rígido que se deban inventar
otras categorías para que surjan pequeños rasgos sectoriales: pueden existir
cooperadores voluntarios, los que se entregan al estudio, los que buscan
prioritariamente la contemplación, los que son padres de salesianos, que Don
Bosco consideraba su primeros y principales cooperadores. De esta forma pueden
tener diversos aspectos y asumir programas diferentes. Hay que evitar, sobre
todo, una "fragmentación dialéctica". Por esto hago una llamada a la
comunión.
En
su conjunto, el año jubilar ha sido fecundo, también, para la Familia
Salesiana. A la Carta de Comunión, que invitaba y motivaba a los grupos a
hacerse autónomos en su subsistencia y abiertos a la comunión bilateral y
multilateral, de toda la familia, se ha añadido la Carta de la Misión,
estudiada por todos los Consejos Generales de las diversas ramas de la Familia
Salesiana. Como ya se ha dicho muchas veces y por personas autorizadas, la
Familia Salesiana no es, en primer lugar y sobre todo, una especie de
"macro-organización". No queremos echarnos a la espalda los raíles de
la vía. Se trata de favorecer y madurar una actitud pronta y motivada, una
cultura, por la cual - basados los grupos y las fuerzas que existen en un
contexto elegido para la acción y la puesta en práctica - los mismos grupos y
fuerzas construyan sinergias, organismos ocasionales, y cosas por el estilo,
según los principios de la ductilidad y de la funcionalidad: ninguna
burocracia, representatividad vacía, etc. Ya ha llegado el momento de hacer
funcionar esta Carta con algunas iniciativas ejemplares.
Tenemos
también la considerable multitud de encariñados Antiguos Alumnos, que
lleva a la sociedad los valores cristianos educativos y salesianos. Salesianos
e Hijas de María Auxiliadora, y seglares capaces de orientación y de
pensamiento están llamados a preparar a aquellos que animan a estas
asociaciones y sus iniciativas. Queremos que sean proféticas, elocuentes,
presentes, en particular, en favor de los jóvenes y de los pobres. Queremos que
estén actualizadas, con formación permanente, portadoras de cultura.
Las
comunidades consagradas:
Ahora
ya todo está claro y ni siquiera hay dudas históricas: Don Bosco quiso que los
consagrados animaran a la Familia Salesiana, viviendo en comunidades visibles,
y que fueran visibles si era posible, como la de Valdocco. En esta comunidad
sacerdotes y coadjutores viven en estrecho contacto, comunicando la riqueza de
la propia identidad. El coadjutor salesiano, muy distinto del hermano y del
lego de algunas congregaciones, ha nacido y se ha plasmado en recíproca
cercanía, en comunión mutua y en colaboración con el sacerdote.
Don
Bosco quiso que en la dirección de la comunidad se emplearan los dones
sacerdotales. Dichos dones no se ejercen y no se comunican sólo en los momentos
rituales. Se trata de la gracia sacerdotal de Cristo, que hace del sacerdote,
permanentemente, una referencia a Él, cabeza y fundamento de la comunidad, como
afirma el artículo 55 de nuestras Constituciones: “El director representa a
Cristo que une a los suyos en el servicio del Padre. Está en el centro de la
comunidad, como hermano entre hermanos, que reconocen su responsabilidad y autoridad”[22]. Un rito dura un
tiempo limitado y está claro que comunica gracia. El sacramento afecta a toda
la vida, es como una continua celebración de la gracia y por una gracia.
Nuestro
servicio educativo reserva a los hermanos coadjutores abundantes espacios, que
hoy todavía se amplían más: educativos, administrativos, técnicos, de
manutención,... El punto fundamental es la formación profesional, pero más
todavía el espíritu religioso, el deseo de la santidad y el servicio a los
hermanos y a los jóvenes. De esto depende también la fecundidad de una pastoral
vocacional capaz de atraer candidatos a la vida religiosa.
Las
direcciones hacia el mar adentro,
allí donde es posible la pesca – no sólo ayudada, sino garantizada por la
presencia del Resucitado - las que suscitan la esperanza y la confianza
provocada por la contemplación del rostro de Cristo resucitado, las que se
producen en un programa concreto de vida, de testimonio y de anuncio, son sobre
todo:
a)
La Santidad. “En primer lugar, no dudo en decir que la
perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es el de la santidad.
Conviene además descubrir en todo su valor programático el capítulo V de la
Constitución dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia, dedicado a la «vocación
universal a la santidad». Si los Padres conciliares concedieron tanto relieve a
esta temática no fue para dar una especie de toque espiritual a la
eclesiología, sino más bien para poner de relieve una dinámica intrínseca y
determinante. Descubrir a la Iglesia como «misterio», es decir, como pueblo
«congregado en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo», 1o llevaba
a descubrir también su «santidad», entendida en su sentido fundamental de
pertenecer a Aquél que por excelencia es el Santo, el «tres veces Santo» (cf.
Is 6,3).
En
realidad, poner la programación pastoral bajo el signo de la santidad es una
opción llena de consecuencias. Significa expresar la convicción de que, si el
Bautismo es una verdadera entrada en la santidad de Dios por medio de la
inserción en Cristo y la inhabitación de su Espíritu, sería un contrasentido
contentarse con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una
religiosidad superficial. Preguntar a un catecúmeno, «¿quieres recibir el
Bautismo?», significa al mismo tiempo preguntarle, «¿quieres ser santo?»
Significa ponerle en el camino del Sermón de la Montaña: «Sed perfectos como es
perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5,48)[23].
b)
La oración. Tal vez hoy muchos cristianos, incluso consagrados,
han perdido el sentido, el valor y la costumbre de ella. Tal vez ya no meditan
en la Palabra del Señor, ni sobre el principio inspirador de toda la auténtica
oración como es el Espíritu. Cada vez se ve más por ahí a musulmanes en
oración, y tal vez nos lamentamos de su presencia en las mezquitas. En otros
tiempos, dice la Exhortación Vida Consagrada, la espiritualidad de los
religiosos supo comunicar fácilmente al pueblo sencillo, que cuidara las
formas, los sistemas y las escuelas y oración, y así llegó a constituirse en
una auténtica espiritualidad popular. La misma Exhortación desea que también
hoy los religiosos pastores sean maestros y guías con formas sencillas y
difundidas de devoción y de educación a la oración.
Contemplación:
María
no estaba en la orilla ni tampoco en la barca, pero ciertamente ella acogió,
más que ningún otro creyente, la invitación del señor: "¡Rema mar
adentro!. Lo acogió en el espíritu, sin retirarse por esto de la historia.
Lo demuestran la oración del Magníficat, que compendia toda la historia pasada,
presente y futura.
“Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
por que ha mirando la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es ser santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los
soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre[24].
El
Magnificat expresa la confianza que disipa todo temor: "El Señor es
bondad y poder para aquellos que confían en Él".
Pero,
sobre todo, es en el acontecimiento del nacimiento de Jesús donde María se
manifiesta como el modelo de los discípulos, llamados "hacia el mar
abierto y hacia aguas profundas". San Lucas, en la página que narra el
nacimiento del Señor, subraya el diverso conocimiento que los distintos
personajes tenían de la encarnación, y que es como la clave para vivir en la fe
todos los demás acontecimientos de la vida personal y social.
Los
pastores deben acercarse al lugar en
donde acontece el nacimiento, y donde se puede tener un testimonio directo de
ello. Se paran durante un poco de tiempo y escuchan a María. Después regresan y
cuentan todo lo que han oído sobre el niño. No tienen una experiencia personal
de los acontecimientos anteriores, como la anunciación y el nacimiento
virginal, y tampoco han asistido a la manifestación de Jesús.
La
gente que escucha a los pastores se
sorprende con lo que cuentan. No expresa todavía la fe, sino que solamente es
presa de aquel interés inicial, de aquella curiosidad por lo maravilloso, en lo
cual la fe puede tener comienzo.
"María,
a su vez, conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón[25]. María no debe
ir, como los pastores, al lugar del nacimiento. Ella ya está allí, es parte el
acontecimiento. No tiene que escuchar de otros cómo han sucedido los
acontecimientos y qué significado tienen. Ella conservaba la memoria de todas
las promesas hechas a la humanidad, como lo demuestra el Magníficat, y es
consciente de que aquello que ha crecido en su seno viene del Espíritu Santo.
Una
vez que ha visto al niño, María no se aleja como los pastores del lugar del
acontecimiento, sino que permanece allí. No puede alejarse. Allí donde Jesús se
encarna, ella es indispensable. Todavía no conoce todos los significados que se
desprenden de ello, ni puede contar todas las energías que brotan de la
encarnación. A lo largo de la vida y a lo largo de todos los siglos se
revelarán estos significados y energías; pero María conserva en su corazón el
recuerdo del acontecimiento, disfruta con él, lo medita, está atenta a él, y a
su debido tiempo reflexiona sobre él para sacar nuevas consecuencias.
María
es la figura de la Iglesia y de su relación con el nacimiento y el crecimiento
de Cristo en el mundo y en cada pueblo. También ella, la Iglesia, es parte del
acontecimiento de la encarnación y se hace presencia allí donde Cristo es
introducido y se convierte en noticia nueva. Tampoco ella sabe todavía todo lo
que los tiempos revelarán sobre Cristo, pero tiene en el corazón y en el
recuerdo un acontecimiento que la ilumina: Jesús, Palabra de Dios que se ha
hecho hombre. De todo esto algo ve y algo apenas entrevé, algo comprende y algo
la queda oscuro, porque todavía se debe revelar. Esto la sirve para disfrutar
internamente, para permanecer serena, para trabajar y para orientarse. Mientras
tanto no se aleja de Cristo, habla de él, lo testimonia y lo anuncia.
Ésta es la meditación de
Lucas. Y también a nosotros nos puede sugerir algunas ideas para reflexionar
sobre nuestra espiritualidad pastoral.
Nosotros no podemos ser
sólo visitantes, turistas de la Palabra y del ministerio de Cristo. Debemos
ser, como María que acoge toda la verdad de Cristo, la conserva en su mente y
la medita continuamente. La historia de la Iglesia cuenta con muchas figuras de
evangelizadores de primera línea. Todos ellos son "meditadores"
pacientes de la Palabra. Todo lo que han profundizado en la oración y en el estudio
lo experimentan en la predicación, en los escritos, en la guía de la comunidad
cristiana y en la orientación de las almas.
Nuestra profesión y la
finalidad de nuestra vocación son comunicar el acontecimiento de Cristo. Debemos
ser sus especialistas, no tanto por el uso de los medios técnicos, sino porque
nos acercamos a él con calma y tiempo, y recibimos de él luz para nuestra vida
personal, lo confrontamos comunitariamente con lo que observamos en nuestro
ambiente, y, en una palabra, lo interiorizamos.
La encarnación, es decir la
presencia salvífica de Dios en la vida de los hombres a través de Jesús, además
de ser objeto de meditación, deberá ser también para nosotros el supremo
criterio pastoral.
Esto comporta tres cosas:
·
Nuestra disponibilidad para asumir con prontitud las
realidades que debemos evangelizar, insertándonos en el pueblo al que hemos
sido enviados e comprendiendo en la fe su cultura.
·
·
La convicción de que en todo lo que crece desde el punto
de vista humano existe una misteriosa presencia y acción de Dios, y que toda
revelación de Dios produce un crecimiento en humanidad.
·
·
El esfuerzo de determinar las expectativas y las
necesidades de los pueblos y de las personas, sobre todo de los jóvenes, que
suspiran por la llegada del Redentor[26].
·
Otra imagen que nos ayuda a
descubrir el papel ejemplar de la Virgen es María al pié de la cruz.
María al pié de la cruz nos
recuerda la salvación de la que queremos ser signos y portadores. Es aquella
salvación que proviene de la redención de Cristo, que abre las puertas a Dios
para recibir de él la plenitud de la existencia. Ponemos en práctica muchas
iniciativas en favor de los jóvenes y de los adultos, pero todas deberán estar
robustamente orientadas hacia la única y principal, todas ellas fermentadas por
la que expresa nuestro lema Da mihi animas: la salvación, que es el
centro de la obra de Cristo.
Con María, al lado de la
cruz, descubrimos cuáles son las energías para la transformación que Dios
quiere poner en práctica en nosotros y en nuestras comunidades: el agua y la
sangre, la reconciliación y la eucaristía. La liturgia que vivimos está toda
ella marcada por la pedagogía sacramental. Las páginas evangélicas y los
itinerarios litúrgicos proponen, de mil formas, está pedagogía.
María al pié de la cruz nos
revela el valor de la comunidad, en la que se realiza nuestro servicio, de
aquella comunidad que está presente en el sacrificio de Cristo de forma
especial y muy distintamente de cómo están los otros espectadores. Es portadora
de la memoria, y sólo ella comprende su sentido. Es más que un
"grupo", es el espacio donde Dios revela su salvación.
Lo mismo podemos decir de
las comunidades educativas que animamos, de la Familia, del Movimiento
Salesiano y de las Iglesias. Cuidemos su referencia a Cristo y su unidad en el
amor y en la acción.
Con todas ellas invocamos y
esperamos al Espíritu, estamos atentos a sus signos y "vamos hacia el más
allá"[27].
María navega hacia lo
profundo del misterio y hacia éste inspira su vida privada y su fe pública.
Ella es la imagen que se nos propone como modelo.
[1]Lc 5,4.
[2]Lc
5,1-11.
[3]NMI
58-59.
[4]NMI
58.
[5]Jn
14,6.
[6]Jn
18,37.
[7]Cf.
NMI 24.
[8]NMI
29.
[9]Sacrosanctum
Concilium 10, citado en NMI 35.
[10]Mc 16,2.9; Lc 24,1; Jn 20,1.
[11]Cf. Jn 20,19-23.
[12]Cf. 1 Cor 15,14.
[13]Ap 19,16.
[14]Juan
Pablo II, Dies Domini 19, citado en NMI 35.
[15]NMI
38.
[16]NMI
30.
[17]NMI
43.
[18]NMI 52.
[19]CEI, La presenza della scuola cattolica in
Italia, La Scuola, Brescia 1992, p. 13.
[20]Centro Studi per la Scuola Cattolica, Per un
progetto di scuola alle soglie del XXI secolo. Scuola cattolica in Italia.
Secondo rapporto, La Scuola, Brescia 2000, p. 61.
[21] Cfr. Forum MJS 2000, Colle Don Bosco
[22]Const. 55.
[23]NMI 30-31.
[24]Lc 1,46-55.
[25]Lc 2,51.
[26]Cf. J. Vecchi, Spiritualità salesiana. Temi
fondamentali, Elledici, Leumann (Torino) 2001, pp. 207-210.
[27]Ibidem
p. 217.
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© Direzione Generale Opere Don Bosco, via della Pisana,
1111 - 00163 Roma, Italia |
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AGUINALDO |
AÑO
2002 |
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