El Oratorio de Don Bosco
Experiencia genial para los
jóvenes
En 1840, en la Parroquia de
la Asunción (junto al río Po), era Vicario un gran Sacerdote, Don Juan Cocchi.
Un verdadero santito proveniente de una familia de Druent. Todo lo daba de
caridad; regresaba a casa no sólo sin monedero, sino hasta sin zapatos, y esto,
regularmente. Con el corazón destrozado por la miseria que rodeaba su iglesia,
primero dio vida a una casa para ancianos abandonados, más tarde creo una casa
para muchachas en peligro. Por esto fue acusado cobardemente de mirar con
“demasiada ternura” a algunas muchachas: (mucha ligereza, acusar, sin presentar
pruebas, a un joven sacerdote que sólo buscaba apartar del mal camino a las
jovencitas).
Las observaciones que ahora haré a su “oratorio” no quieren menoscabar su gigante caridad (que se manifestó después en otras muchas obras). Intentan solamente delinear algunas diferencias entre el oratorio de D. Cocchi y el de Don Bosco, que nos permitirán comprender mejor las líneas esenciales de éste último.
En torno a su iglesia, D.
Cocchi ve “a los niños más desamparados, ociosos y sin instrucción
vagabundeando por las calles y las plazas”. (Esta y las siguientes citas están
tomadas de “Don Cocchi y sus artesanitos” de Eugenio Reffo, 1957).
Pertenecía a la Parroquia de
la Anunciación, un barrio ahora totalmente desaparecido, llamado el Mosquito,
amontonado sobre la ribera izquierda del Po, donde, en asquerosas chozas, se
encontraba cuanto había entonces, en Turín, de más miserable y peligroso de
nuestra población. Allá, en medio de aquella gente, Don Cocchi plantó sus tiendas y desde 1840 abrió, para
aquellos pobres muchachos, un Oratorio, en una casa del señor Ballesio, junto a
un mesón. Al año siguiente, en 1841, el oratorio fue trasladado a Vanchiglia,
bajo un cobertizo del abogado Bronzino, en un rústico corral” (o.c. 9-10)
Las características de aquel
oratorio, como se lplueden leer en las líneas de E. Reffo, son las siguientes:
1.- Catecismo y prácticas
religiosas en la Parroquia.
2.- En el oratorio: juegos,
saltos, ejercicios de gimnasia (Don Cocchi era un verdadero atleta). “sSobre
todo era célebre el juego del salto”. Tanto que los muchachos no decían “vamos
al oratorio”, sino vamos a los brincos con Don Cocchi”.
La división de los deberes
parece lógica: en la parroquia, la oración y todo lo que es explícitamente
cristiano; en el oratorio, el recreo, los saltos, que llegaron a ser de tal
manera dominantes, que hicieron perder hasta el nombre original del Oratorio
(de oración) para sustituirlo con el de “Saut” (saltos, diversiones).
El dulce y piadosos don
Reffo, que nunca subraya explícitamente un defecto del personaje, en la pág. 94
(por amor a la historia) debe hacer una lista, junto a los inmensos méritos
cristianos de don Cocchi, también algunos rasgos menos positivos, que cito aquí
solamente para intentar delinear las diferencias entre el oratorio de don
Cocchi y el de Don Bosco.
“Don Cocchi es muchas veces
tachado de una caridad no muy prudente y no muy sabia. En sus casas acogía
alumnos e individuos que con su conducta perjudicaban a los otros; proponía a
otros Institutos o a los superiores de otras Diócesis empleados o instructores
que, en otras partes no habían dejado una buena impresión; tenía mucha amistad
con hombres poco religiosos; y en una época de su vida, en concreto, en el
período el aturdimiento de los cuarenta, fraternizaba con acatólicos y
hebreos”.
En 1841, en la Iglesia de San
Francisco de Asís (a dos kilómetros de distancia del oratorio de don Cocchi),
el joven Don Bosco inicia su Oratorio. También él, como D. Cocchi, se ver
rodeado por muchachos inmigrantes, sin familia, abandonados. Va al encuentro de
muchachos prisioneros en las cárceles, y está “horrorizado al ver el gran
número de muchachos entre los 12 y 18 años, sanos, robustos, inteligentes;
verlos allí ociosos, atormentados por las chinches y los piojos, sin pan y sin
una buena palabra”. “Eran humillados hasta la pérdida de la propia dignidad”
(MB, LDC, pp. 102-3)
Piensa en el problema y
concluye: “Estos muchachos deberían encontrar afuera un amigo que los ayude,
los asista, los instruya, los acompañe a la Iglesia los días de fiesta. Quizá
entonces no volverían a recaer. Así, tal vez, menos muchachos volverían a la
cárcel . comuniqué este pensamiento a Don Cafasso, y con su ayuda busqué el
modo de hacerlo realidad” (S.J. Bosco, Memorias, LDC p.103)
El 8 de diciembre Don Bosco
se acerca con decisión al muchacho que será el primero de su oratorio,
Bartolomé Garelli, albañil venido de Asti. No lo invitaba a jugar ni a saltar, sino le dice: “Ven a oír la
Misa. Después tengo que hablarte de un asunto que te gustará”.
El “después” es una charla
franca, amigable, en la que Don Bosco parece lanzar frases alegres para
interesar al muchacho, pero en realidad son preguntas, bien pensadas; son un
“test” riguroso sobre su familia, la escuela, la Iglesia; las tres “ramas” que
deberían colaborar en el crecimiento de este muchacho. Y descubre con pena que
“papá y mamá han muerto”, “no sé leer ni escribir”, “no he hecho la primera
Comunión y no voy al Catecismo”.
Y Don Bosco, de inmediato,
sin siquiera desayunar; el intervalo tradicional del sacerdote que ayunaba
desde media noche (una tacita de café tomada en la sacristía), le ofrece lo
esencial de su Oratorio: el rezo de un Ave María y una lección de catecismo.
Inmediatamente después (para
Bartolomé y los otros albañiles que lo siguen a los pocos días, los muchachos
salidos de la correccional) llegan los juegos, los paseos, las carreras, las
loterías, la distribución de dulces, la propuesta de escuela dominical o vespertina. Y en el centro de todo esto queda
y quedará siempre en el Oratorio de Don Bosco (que nadie imaginará nunca llamar
en piamontés “i saut” o “el gimnasio”) la oración, la confesión, la
comunión.
La palabra “oratorio” con Don
Bosco, tiene todo su verdadero significado: un lugar donde antes que todo, se
reza. Y el programa que Do Bosco repetirá hasta esculpirlo en la cabeza de
sus muchachos y salesianos está condensado en cuatro palabras que serán como la
piedra fundamental de su obra: “Nosotros tratamos de hacer de estos muchachos “honestos
ciudadanos y buenos cristianos”.
Y precisamente por eso él
pone mucha atención pero también mucha decisión para alejar (aún con la muerte
en el corazón) del oratorio a aquellos jóvenes, y hasta aquellos
ayudantes-educadores que puedan hacer mal a sus muchachos. No vacila, en un
cierto momento, en quedarse casi solo con la turba de sus muchachos, con un
trabajo enorme. Pero no quiere a ninguno que le arruine aquella meta: honestos
ciudadanos y buenos cristianos (S.J. Bosco, Memorias, p. 1985 s)
He pensado mucho sobre el por
qué de la diferencia entre el oratorio de Don Cocchi y el de Don Bosco. No se
trata de santidad: ambos son santos, verdaderos santos, que se consumieron de
manera heroica por los jóvenes. Creo que ni siquiera se trate de carácter y de
temperamento: ambos eran ardientes, apasionados, activos. Habrían dado la vida,
sin dudarlo, por salvar a un muchacho, también tendiendo en cuenta que Don
Cocchi (al decir de su biógrafo Reffo) “tenía demasiada confianza en la bondad
de los otros”, o sea, pecaba un poco de ingenuidad, mientras Don Bosco era más
astuto, más prudente.
El verdadero “porqué” me
parece haberlo encontrado en la trayectoria interior, en la larga
preparación que Don Bosco tuvo antes de llegar al Oratorio: por 17 años fue, prácticamente
“animador” de grupos culturales, recreativos y espirituales. Por sus mismas
afirmaciones, él comenzó a “ocuparse de los muchachos” a los 9 años, y a los 26
fue ordenado sacerdote: una preparación larga, minuciosa, reflexionada, en que
“maduró su idea de oratorio”.
Ahora, en mi breve trabajo,
trato de analizar, página por página, las Memorias de Don Bosco, para
descubrir aquellos hechos y aquellas ideas que hicieron madurar en él un
proyecto original de oratorio: ideas y hechos que (siguiendo el estudio de
Desramault) Don Bosco narró en las Memorias , precisamente como
“lecciones prácticas a los educadores salesianos.
(Memorias pág.
14)
Este sueño sigue siendo el
punto fundamental para entender el futuro de Don Bosco. Fietro Stella dice
significativamente: “Ese sueño condiciona todo el modo de vivir y de pensar de
Juan Bosco. Y condiciona también la conducta de su madre en los meses y en los
años que vendrán”.
Lo sujetos del sueño: muchos
muchachos (al oratorio de Don Bosco será siempre numeroso, popular, no
elitista) que ríen, bromean, juegan, blasfeman. Este es al “punto de partida”.
(Sería necesario, tal vez, hacer notar a algún salesiano que se gloriara de
cómo es actualmente su oratorio, que el “blasfemar” o el “hablar mal” de sus
muchachos no es la condición normal del
oratorio, sino el punto “del que se parte para una larga marcha”, que evidentemente debe eliminar blasfemias y
palabrotas. Si después de años se está todavía en el punto en que “debe
comenzar” el oratorio, hay poco de que gloriarse).
La primera intervención de Juan Bosco:
¡golpes! “Traté de hacerlos
callar con golpes y palabras” (Memorias p. 14) es una actitud reprobada
de inmediato por el Señor: “Debes hacértelos amigos con bondad y caridad, no
con golpes” (id), curiosamente, cuando el sueño se repite la noche del 12 de
octubre de 1844, Don Bosco, joven sacerdote, ante el “terrible alboroto que haría
temblar aún a los más valientes”, ya no trata de lanzarse a golpes, sino
“quería huir” (Memorias p. 113). El afecto por los jóvenes es mucho,
pero también Don Bosco después de 3 años en Turín, está cansado y... quisiera
un poco de tranquilidad!.
La intervención del Señor indica algunos elementos esenciales de la acción oratoriana:
-“Con bondad y caridad, no
con golpes”.
-“Deberás hacértelos amigos”.
Al sacristán que riñe a un
muchacho desconocido, Don Bosco le dirá: “¿Por qué lo haces? Es mi amigo”. Amistad
implica, por lo menos dos cosas: Interés y ayuda, aunque cueste.
-“Ánimo, háblales”. Un
salesiano que está callado en medio de los jóvenes, un “Don Bosco que no le
habla” a sus muchachos, es un contrasentido.
-Pero hablar ¿de qué? ¿de deportes?
El Señor dice: “Explícales que el pecado es una cosa mala y que la amistad con
el Señor es algo muy valioso”. Es éste el argumento principal. Quien da vueltas
hablando de deportes o de cine, esperando el “momento propicio” (que no existe,
hay que crearlo –debe saber interrumpir, a un cierto punto, esos temas de
conversación y hablar de aquellos) está fuera de la línea indicada a los
9 años de Juanito.
Objeción de Juanito (y de tantos otros después de él): “Pero es imposible”.
La respuesta del Señor afirma
que estas cosas que “parecen” imposibles, pueden ser “posibles” en determinadas
condiciones:
-“Con la obediencia”. No dice
a quién, pero ciertamente no quiere decir “obediencia al propio capricho
personal”. Sabemos que Don Bosco consultó y obedeció seriamente al propio
director espiritual, Don Cafasso.
-“Adquiriendo la ciencia” en
la escuela “de una Maestra bajo cuya guía uno se convierte en sabio, pero sin
la cual, también quien es sabio, se convierte en un pobre ignorante”. María
Santísima estuvo presente de modo extraordinario en la vida de Don Bosco y de
sus muchachos. Basta pensar en lo que fue para Domingo Savio la “consagración
de la Virgen”, la “fundación de la Compañía de la Inmaculada”. María Santísima
fue guía, modelo, mamá de los jóvenes, guarda de su virtud, ayuda en sus
esfuerzos apostólicos, realizadora de su vocación).
Las palabras de la Virgen,
quien reemplaza inmediatamente al Señor como Maestra, agregan nuevos elementos
para vencer aquel “pero es imposible”.
-“He aquí tu campo, he aquí
donde debes trabajar”. A Juan Bosco se le asignó un campo bien preciso donde
hará, no sólo cosas imposibles, sino milagrosas: el campo de los muchachos
pobres, en peligro, dispersos, semejantes a animales salvajes. Fuera de ahí,
Juan Bosco y sus hijos no tienen la garantía de ningún milagro, tampoco de
ningún éxito positivo.
-“Hazte humilde, fuerte y
robusto”.
Humilde.
Jesús debe crecer en los
jóvenes, no tú, educador. A Jesús debes querer; el educador, como Juan Bautista
debe, cada vez más, desaparecer de su vida a medida que deja el lugar a Jesús;
es un desaparecer que duele. Lo saben especialmente los que desean sobresalir.
Fuerte.
No desanimarse ante los
fracasos, los abandonos; es necesario recomenzar, renunciar al agradable
coloquio con muchos “penitentes”, para empolvarse con los chiquillos.
Robusto.
Toma en cuenta, por
anticipado, que trabajar con estos muchachos es agotador: ved, si no, en un
campo de verano, en colonias. Y ved también, a los animadores eternamente
cansados, tirados en la banca desde la cual vigilan “desde lejos”.
-“A su tiempo todo lo
comprenderás”. Es tal vez la enseñanza más descuidada por los educadores. No
desalentarse, no cortar el esfuerzo si el resultado no llega “en poco tiempo”. Con
los jóvenes es necesario saber esperar “tiempos lejanos”. El grano crece y
madura en nueve meses, el joven tal vez en nueve años...
2. La niñez
En la página 19 de sus
Memorias, Don Bosco tiene una afirmación asombrosa: “A los 10 años, tenía ya
una especie de oratorio festivo”.
Y ¿cuáles son los elementos
constitutivos, fundamentales, de aquel primer oratorio festivo? Los enumera
enseguida:
-“Se trataba de conocer las
inclinaciones de mis compañeros”. Es una característica que quedará en su
oratorio para siempre: el muchacho, el joven, será el libro más leído, más
meditado por Don Bosco. Conservamos aún en el Archivo Salesiano, cuadernos en
los que Don Bosco hacía la lista de los nombres de sus muchachos y junto a cada
uno apuntaba reflexiones y consejos. “Conocer las inclinaciones para secundar
las mejores de estas inclinaciones”, será indicado por él como uno de los
elementos fundamentales de su “sistema preventivo” (ver entrevistas con Don
Bosco, del 25 de abril 1884). T. Bosco: “Don Bosco, una biografía nueva”. LDC,
p- 416).
-“Me querían bien y al mismo
tiempo me respetaban”. Es su síntesis propia de la familiaridad y de la
disciplina. La amistad hace que teman hacer lo que te disgusta, lo que indicas
con claridad y decisión: “Eso no está bien”. En su vida Don Bosco repetirá este
pensamiento (reflexionando sobre tantas dificultades que muchos de sus
salesianos tenían para “tener disciplina” de tres maneras diferentes: “Hazte
amar, si quieres hacerte temer”. “Hazte amar, antes de hacerte temer”. “Hazte
amar más que hacerte temer”.
-“Cada uno me quería como
amigo y juez en las disputas. Trataban de tenerme como amigo, para que en el
caso de disputas en el juego, los defendiese”. Donde quiera que los muchachos
juegan, suceden altercados. En el oratorio los casos son dos: o está presente
al animador activo (salesiano o no) y los muchachos recurren a él para
resolverlas. O este animador no existe (y no es un caso teórico) y entonces se
crean pequeños líderes que cada vez se convierten en verdaderos dueños del
oratorio: se recurre a ellos, se atienen a su juicio, se busca (por todos los
medios) su amistad. Es una de las consecuencias más nefastas de la ausencia del
animador activo.
-“Lector en los establos en invierno”. (Memorias, P. 20). Comienza a asomar a la mente de
Juanito la importancia de tener siempre lista una “bella narración” para
finalizar una lección de catecismo, o para llenar un tiempo vacío. Notables son
las tres líneas que siguen: “en los alrededores se decía: vamos al sermón”,
porque antes y después de mis narraciones hacíamos la señal de la cruz y
recitábamos un Ave María”. Comienza a surgir la característica abiertamente
cristiana de la diversión propuesta por Juan Bosco.
-“Juegos al aire libre en el
prado, en verano. (Memorias
pp. 20-21). Le costaban mucha preparación, cansancio
caídas (crece “Robusto”). El punto esencial del espectáculo es una celebración
cristiana: “invitaba a todos a recitar el Rosario y a cantar un acto religioso.
Luego subía sobre una silla y les decía el sermón: o sea, repetía la homilía
escuchada por la mañana durante la Santa Misa, o narraba algún hecho
interesante que había escuchado o leído en algún libro”.
Aparece un elemento nuevo
(que Reffo lamentará no existir en el oratorio de Don Cocchi): “De mis
funciones excluía a los que habían blasfemado, hablado mal y a quienes no
querían rezar con nosotros”.
Don Bosco no será nunca
“inflexible”, pero decidido sí, ingenuo no: no permitirá nunca en su patio y en
sus juegos a quien obstinadamente rechaza los mínimos elementos cristianos. De
otro modo, se sentiría convertido en un director de gimnasio o en un
malabarista. (Estamos todavía en esta línea?. Conozco muchachos que frecuentan
diariamente el oratorio salesiano, y desde hace tres años –cuando su admisión-
no van nunca a Misa).
3. Encuentro con Don Calosso
Es un sacerdote anciano, pero
Don Bosco nos lo presenta como el primer animador modelo: “era un sacerdote muy
bueno, anciano. Caminaba todo encorvado, y sin embargo recorría todo aquel
camino para escuchar con nosotros la misión” (Memorias, p. 24-25). “Me
animó a frecuentar la confesión y la Comunión. Me enseñó a hacer todos los días
una pequeña lectura espiritual. Todo mi tiempo libre, lo pasaba con él”. (Memorias,
pp. 25-26).
En contraste con el animador
modelo Don Calosso, Don Bosco presenta –cinco páginas después (Memorias,
p. 31) –un modelo negativo de animadores: los sacerdotes de Castelnuovo: “Me
sucedía con frecuencia encontrar por el camino al párroco y al vicario. Los saludaba
desde lejos, me acercaba con cortesía, pero ellos solamente respondían a mi
saludo y continuaban su camino. Entristecido decía: “Si yo fuera sacerdote, no
me portaría así, trataría de acercarme a los muchachos, les daría buenos
consejos, les diría buenas palabras”.
Notemos bien los valores que
él destaca en el buen animador y los que quisiera encontrar en los animadores
inhábiles: participación, aun sacrificada, en lo que hacen los jóvenes, poner
el propio tiempo a disposición para ayudar y animar a la lectura espiritual;
acercarse a los muchachos, decirles palabras agradables y buenos consejos.
(Sería facilísimo documentar cómo Don Bosco hizo todo esto en muchas
circunstancias, por ejemplo en la estación de Camañola cuando escuchó por
primera vez la voz de Miguel Magone: se acercó a los muchachos, trató de
participar en sus juegos con el riesgo de perder el tren, dijo buenas palabras,
dio consejos, y terminó... por enganchar una “vocación” para su colegio de
Turín, donde –si hubiese vivido- Miguel Magone habría tenido todas las
posibilidades de llegar a ser un buen salesiano).
Quisiera subrayar una
característica fundamental que aquí ya exige Don Bosco del educador-animador:
la presencia física y activa, no sólo para impedir el mal (existencia negativa)
sino para un encuentro grato, disponible, que anime la vida del muchacho con la
palabra, que suscite la alegría y el sentido de Dios (asistencia positiva).
Estoy dispuesto a afirmar que un educador que considera “perdido” un medio día
pasado con los muchachos, que huye a refugiarse en los libros dejándolos solos,
que encuentra sólo en los libros y no también en la conversación con los
muchachos argumento de reflexión seria, no tiene el estilo de Don Bosco.
4. Vida en Chieri
es la primera vez que Juan
Bosco entra en una ciudad (si bien pequeña). Y Don Valimberti, el primer
sacerdote de quien se convierte en amigo, “me daba óptimos consejos sobre el
modo de portarme y de mantenerme alejado de los peligros de la ciudad”.
Quisiera notar en voz baja que los muchísimos muchachos llegados a nuestras
ciudades, también esperan estos “consejos” de nosotros. Nuestro frecuentísimo
¡¿Qué tal?” no debería quedarse como una pregunta sin respuesta, sino como el
inicio de “examen de la situación” en la familia, escuela, amigos, lugares
frecuentados, películas vistas...
Sociedad de la alegría. En Juan Bosco, ya
jovencito, nacen actitudes nuevas, ya evolucionadas. Por primera vez (y lo hará
toda su vida!) apenas se encuentra rodeado de muchos jóvenes, elige a los
mejores y funda un grupo, una sociedad que no se aparte de los otros, sino que
se convierta en el ala buena, en el fermento de los otros. Quien boicotea los
“grupos formativos” salesianos, quien no los forma en cuanto puede, quien los
ha sustituido por grupos meramente deportivos, está fuera de la
perspectiva de Don Bosco.
De nuevo por primera vez (y
lo hará por toda la vida) traza un mini-reglamento de la “sociedad”. Para Don
Bosco está se convertirá en una especie de manía: pocas reglas, claras,
sencillas, pero con las que se sepa de inmediato: quién pertenece, qué se debe
de hacer, qué no se debe de hacer.
El reglamento de la Sociedad
de la Alegría tiene sólo dos puntos: (1. Ninguna acción, ninguna palabra que no sea
digna de un cristiano. 2. Exactitud en los deberes escolares y religiosos).
Pero inmediatamente antes, Don Bosco ha anunciado un tercer punto “implícito”
en el reglamento de toda sociedad que fundará: “Quien blasfemaba, pronunciaba
el nombre de Dios sin respeto, tenía malas conversaciones, debía retirarse de
la Sociedad”. Aún más, quien no pretende esta mínima participación cristiana de
los jóvenes de un oratorio, de una organización nuestra; quien se conforma con
que el número sea grande y que venzan en los torneos, está muy lejano de la
sensibilidad de Don Bosco.
Las actividades son las ya
encontradas en Valdocco: “Organizar juegos, tener conversaciones, leer libros
que contribuyeran a la alegría de todos” y paseos (Memorias p. 38).
Pero se da cuenta de que para
dar vida cristiana, es necesario de nutrirse de vida cristiana, y en la
misma página de las Memorias (p. 66), anota: “en aquellas vacaciones escolares
dejé de hacerla de saltimbanqui y me dediqué a la lectura de libros religiosos.
Debo confesar con vergüenza que hasta aquel tiempo los había descuidado”.
5. Sacerdote, Vicario en
Castelnuovo por tres meses.
Terminados los que he llamado
“17 años de animador”, Don Bosco comienza los 47 años de sacerdote. Continuará
siendo animador, pero aparecen nuevos elementos que sólo el sacerdote puede
desarrollar entre los jóvenes. En otras palabras: el estilo educativo permanece
igual, los valores siguen siendo los mismos, pero en adelante comienza el
apostolado intensísimo de la confesión-dirección espiritual. Y de inmediato
comprenderá que para santificar a los muchachos debe hacerse santo él y para
convertir a los muchachos debe rezar y sacrificarse por ellos. De ahora en
adelante en el sacerdote-educador Juan Bosco, encontraremos estos dos núcleos
paralelos de valores:
-Estar, hablar con alegría,
narrar historietas, jugar, dar catecismo, hacerlos rezar;
-Reflexionar sobre libros religiosos
(meditación), orar, sacrificarse, santificarse para hacer eficaz su apostolado
entre los muchachos.
6. Inicio del Oratorio
En las cárceles. El encuentro con
los jóvenes encarcelados es una fuerte lección para Don Bosco. (ha asistido
también a la condena en la horca de una veintena). Les enseña catecismo. Y
comprende que “es necesario hacerlos convertirse en cristianos” si se quieren
reintegrar a la vida civil. Escribía: “A medida que les hablaba de la dignidad
del hombre, en cuanto hacía resonar en sus mentes el principio moral y
religioso, experimentaban en el corazón un placer del que no sabían dar razón,
pero que los hacía resolverse a hacerse más buenos” (MB II, 107). Comprendió
que a muchos jóvenes debe hacérseles descubrir el tesoro que llevan dentro:
“ser hijos de Dios”.
Al primer muchacho, Bartolomé
Garelli, como ya lo he recordado ampliamente, le proporcioné de manera sencilla,
casi rudimentaria: la recuperación de la familia (que ya no la tiene) al
encontrase juntos como amigos; la recuperación de la cultura (que no
tendrá nunca la sociedad de aquel tiempo) a través de un poco de escuela: la
recuperación de la dignidad de hijo de Dios (que está perdiendo) a
través de un catecismo (Memorias, p. 105).
A los párrocos que se lamentan porque Don Bosco no manda a los muchachos del Oratorio a sus respectivas parroquias, responde: “No pocos son disipados, indisciplinados, aceptan catecismo y oración si son atraídos por recreos y paseos” (Memorias, p. 126). No parece que Don Bosco “instrumentalizará” recreos y paseos, que luego los hiciera pagar, esos recreos y paseos, con catecismos y oraciones en otras ocasiones (ver los paseos al Monferrato) demuestra que comprende cuan valiosos son en sí mismos los paseos y recreos. Pero los subordina siempre al fin superior y se inquieta si alguien lo acusa de “chantajear” así a los muchachos. Él quiere a los jóvenes y les hace el bien; la mamá que endulza una medicina para hacerla tomar a su hijo y curarlo, no le parece, de hecho, una “chantajista”.
Después de un paseo a
Superga, donde, con sus muchachos, lanzó al cielo una novedad absoluta para
aquel tiempo: una mongolfiera (paseo en globo), comenta: “Aquellos paseos
encendían en los jóvenes un entusiasmo enorme. El Oratorio, aquella mezcla de
oraciones, juegos y paseos, era ya su vida. Cada muchacho era de tal manera mi
amigo, que no sólo obedecía a la menor señal, sino que estaba ansioso de hacer
algo por mí” (Memorias, p. 15)
Creo que esta definición, al
vuelo, de “oratorio a lo Don Bosco”, es notable. Ya no cambiará. El oratorio
salesiano es ya definitivamente esto: una mezcla de oraciones, juegos, paseos,
amistad con el animador, ansias de colaborar con él que lo orientará a una meta
casi única: tomar parte en su apostolado, convertirse en apóstol como él.
Estamos en 1846. dentro de 10 años, en 1856, Domingo Savio fundará la “Compañía
de la Inmaculada”: la realización plena y total del espíritu del oratorio
salesiano.
7. Valdocco, el oratorio
definitivo
una pequeña iglesia para
reunir a los muchachos. Cuando Don Bosco, desahuciado de todos, llega a
encontrar en el lombardo Francisco Pinardi la última persona que confía en él,
y que está dispuesto a alquilarle el terreno. Don Bosco, para hacer el oratorio
le pide: “una pequeña iglesia para reunir a los muchachos”. El cobertizo que
Pinardi le ofrece le sirve, sólo tendrá que ser adaptado, hacerle escalones,
cambiarle el pavimento”, así servirá para reunir a los jóvenes en torno de un
altar. Sólo después de haber resuelto esta cuestión fundamental, Don Bosco pide
alquilar también el prado que lo rodea, para que los muchachos jueguen (Memorias,
p. 139)
Y los muchachos, después de una larga jornada de trabajo, vienen a dar una mano a Don Bosco para preparar el oratorio: no a nivelar el prado, no a trazar líneas, sino a construir su Iglesia.
Los elementos, los valores
típicos del Oratorio salesiano, ya están todos. Hago notar y reflexionar sobre
algunas cosas:
El horario-tipo de cada domingo:
1. Mañana: Confesiones, Misa, Comunión, algún capítulo de la Escritura, desayuno-pan, escuela hasta medio día para quien quiera.
Tarde: a la una inicia el
recreo por 90 minutos. Zancos, rifles de palo, aparatos de gimnasia. (no
mono-juego)
14.30- una hora en la iglesia
con catecismo, rosario o Vísperas, sermón: “un hecho con el que enseñaba una
virtud o a combatir un vicio”, bendición eucarística.
Desde las 15.30 hasta la
noche: largo recreo. Para quien quiere, también catecismo, clase de canto, de
lectura (Memorias, pp. 144-5)
2. Durante el recreo-largo, ¿qué hace Don
Bosco-animador? “Yo me servía de aquellos recreos larguísimos para acercarme a
cada muchacho. Con una palabrita al oído, a uno recomendaba mayor obediencia, a
otro, mayor puntualidad al catecismo, a un tercero, venirse a confesar, a otro
más, sugería un pensamiento de reflexión, y así por el estilo. Puedo decir que
el recreo era el tiempo en que lograba un buen número de jóvenes, que el sábado
por la tarde o el domingo por la mañana, venían con muy buena voluntad a
confesarse” (Memorias p. 145).
“Don Bosco era siempre el
primero en los juegos, el alma de los recreos. No sé cómo lo hacía, pero se
encontraba siempre en cada rincón del patio, en medio de todo grupo de jóvenes.
Con la persona y con el ojo nos seguía a todos. Nosotros estábamos
desarrapados, tal vea sucios, inoportunos, caprichosos. Y él encontraba gusto
en estar entre los más miserables. Para los más pequeños tenía afecto de madre.
Frecuentemente se disputaba, se peleaba. Y él, a separarnos. Levantaba la mano
como para golpearnos, pero nunca nos pegaba, nos sacaba con fuerza tomándonos
por los brazos” (testimonio de D. Stefano Castagno –MB III, 126). Es notable la
Salida Nocturna (v Memorias p. 146).
3. Don Bosco inicia los Grupos
juveniles formativos (Luises,
Compañía de San Vicente, Compañía de la Inmaculada)...) Objetivo: mejorar
haciendo el bien a otros, dar una mano a Don Bosco, a los compañeros, a los
pobres.
4. Don Bosco inicia los Ejercicios
Espirituales (una semana) para los cincuenta mejores que ha elegido uno por
uno, con el ojo atento a las futuras vocaciones. Le cuestan muchísimo, pero son
tan eficaces que ya nunca renunciará (Memorias, p. 175)
5. Redacta un Reglamento que
hace conocer a todos, para que todos sepan lo que se hace y lo que no se hace
en el Oratorio. Y lo repite –por partecitas- cada día en los avisos, en las
“buenas noches”.
Un breve ensayo de este
Reglamento para que podamos reflexionar sobre:
“El objetivo del Oratorio
festivo es el de entretener a la juventud en los días de fiesta con agradable y
honesta recreación después de haber asistido a las funciones sagradas en la
iglesia.
1. “Entretener a la juventud
en los días de fiesta; especialmente a los jóvenes obreros, quienes, sobre
todo, en los días festivos están expuestos a grandes peligros morales y
corporales; sin embargo, no están excluidos los estudiantes, que en los días
festivos o de vacaciones quisieran participar.
2.Agradable y honesto recreo;
apto verdaderamente para re-crear, no para oprimir. Por lo tanto, no son
permitidos aquellos juegos, entretenimientos, saltos, carreras y cualquier otro
tipo de diversión en que pueda estar comprometida la salud o la moralidad de
los alumnos.
3. Después de haber asistido
a las funciones sagradas en la iglesia; porque la instrucción religiosa es el
fin primario, lo demás es accesorio y como atractivo para hacer participar a
los jóvenes.
Este Oratorio está puesto
bajo la protección de San Francisco de Sales, porque quienes quieren dedicarse
a este tipo de ocupación, deben tomar a este Santo por modelo en la caridad y
en las buenas maneras que son las fuentes de las que derivan los frutos que se
esperan de la Obra de los Oratorios”.
Condiciones para la
aceptación de los jóvenes en el Oratorio (Cap. II parte II)
“1. Siendo el fin de este Oratorio
tener alejada a la juventud del ocio y de las malas compañías, particularmente
en los días festivos, todos pueden ser acogidos sin excepción de grado o
condición.
2. Sin embargo, los que son
más pobres, más abandonados y más ignorantes, son acogidos e instruidos
preferentemente porque tienen mayor necesidad de asistencia para mantenerse en
el camino de la salvación eterna.
3. Se requiere la edad de
ocho años, por que lo son excluidos los niños, los que ocasionas molestias y
son incapaces de comprender lo que se les enseña.
4. No importa que tengan
algún defecto físico, con tal que estén exentos de mal contagioso o que pueda
ocasionar grave repugnancia a los compañeros. En este caso uno solo podría
alejar a muchos del Oratorio.
5. Que estén ocupados en
algún arte u oficio, porque el ocio y la desocupación traen consigo todos los
vicios, resultando –por lo tanto- inútil toda instrucción religiosa. Quien
estuviese desocupado y deseara dedicarse al trabajo, puede dirigirse a los
Protectores y recibirá ayuda de ellos.
6. Entrando un joven en este
Oratorio, debe convencerse de que este es lugar de religión, en el que se desea
hacerlos buenos cristianos y honrados ciudadanos; por esto está rigurosamente
prohibido blasfemar, tener conversaciones contrarias a la Santa Religión
Católica. Quien comete tales faltas será paternalmente avisado la primera vez;
si no se enmienda, se hará del conocimiento del Director, quien lo despedirá
del Oratorio.
7. También los jóvenes
díscolos puede ser admitidos, siempre que no den escándalo y manifiesten
voluntad de mejorar su conducta.
8. No se paga nada ni
entrando ni permaneciendo en el Oratorio. Quien quisiera estar en alguna
sociedad lucrativa, puede hacerlo en la Mutua Ayuda, cuyas reglas son
diferentes.
9. Todos son libres de
frecuentar este Oratorio, pero todos deben someterse a las órdenes de los
encargados, tener la compostura debida en el recreo, en la iglesia y fuera del
Oratorio.
Conducta en los recreos (parte II c.III)
1. El recreo es el mejor
atractivo para la juventud, y se desea que todos puedan participar.
2. Está prohibido jugar
dinero, comestibles y otros objetos.
3. Está prohibido molestar
los juegos de los demás; arrojar piedras, bolas de nieve, dañar las plantas,
las inscripciones y la pintura; deteriorar los muros y los muebles, pintar
signos o figuras con carbón, leña y otra cosa que pueda manchar.
4. Está particularmente
prohibido reñir, proferir palabras obscenas, usar modos que manifiesten desprecio
a los compañeros: todos somos hijos de Dios y todos debemos amarnos con la
misma caridad como otros tantos hermanos.
Comportamiento fuera del
Oratorio (parte II c.V)
1. Recordar que hay cosas que
se deben de practicar también fuera del Oratorio.
2. Procuren cada día no
olvidar las oraciones de la mañana y de la noche, hacer algunos minutos de
lectura espiritual.
3. Eviten todas conversación
obscena, o contraria a la Religión. Las malas conversaciones son la ruina de
una vida buena.
4. No seáis amigos de quienes
buscan alejaros de vuestros deberes, huyan especialmente de quienes los
aconsejen robar, en vuestra casa o en cualquier otro sitio.
En la mente de Don Bosco,
después de una larga elaboración, la idea de oratorio se compone de tres
elementos fundamentales:
1. Un ambiente rico en humanidad.
Lo creaban:
-La presencia física,
activa, constante del animador (persona que impide el mal pero especialmente
organiza la alegría y multiplica las iniciativas).
-La amistad del
animador con los jóvenes, que se encuentra bien entre los muchachos, pasa el
tiempo entre ellos, habla y bromea con todos.
-El interés del
animador, que se informa, ayuda, aconseja, que los busca si faltan, que va a
verlos fuera del Oratorio, que piensa por ellos, reflexiona, reza.
Sugerencias de reflexión.
-¿Estamos presentes
físicamente? ¿activamente? ¿constantemente? ¿o saludamos desde lejos a los
muchachos, prefiriendo la banca, las muchachas, los amigos?
-¿Los muchachos nos sienten
amigos, personas que están de buena gana con ellos, que les hablamos y
bromeamos con ellos?
-¿Nos interesamos por ellos?
¿conocemos (además del equipo al que “le van” o su signo zodiacal), las
condiciones familiares, de escuela, de religión?
-¿Tenemos presente el día
onomástico y de cumpleaños?
-¿Reflexionamos sobre lo que
dicen? ¿pensamos en lo que podemos hacer por ellos? ¿rezamos por ellos?
¿tenemos una lista de los nombres que queremos recordar alguna vez?
-Qué nos hacen pensar
muchachos que dicen: ya no vengo al Oratorio “porque ya no hay ningún
Salesiano”, “porque me golpean y nadie me defiende, y los demás se ríen”,
“porque no me dejan jugar”, “porque debo hacerme amigo de un muchacho
prepotente para que me defienda cuando me quieren pegan o no me dejen jugar”
(ninguna frase es inventada!)
-Buscad en las páginas del
acontecer oratoriano de Don Bosco otros elementos que hacían “rico de
humanidad” su Oratorio y ved si es posible reproducirlo en el vuestro.
Releed las páginas del
Reglamento del Oratorio, subrayando los elementos que lo hacían rico en
humanidad.
-Dad una opinión sobre
vuestro Oratorio actual (presentar hechos!) bajo este aspecto.
2. Un ambiente rico de gozo y
de alegría
Lo creaban:
-La presencia no de “un”
juego, sino de muchos juegos variados, renovados con instrumentos y
competencias nuevas, inventados por la fantasía de los animadores.
-La participación del
animador (después de los animadores) en los juegos.
-La presencia del animador
(aquel ojo que sabía mirar aunque fuera de lejos), que prevenía o calmaba los
pleitos, defendía a los más débiles, hacía jugar a todos los que lo deseaban.
-Las lecturas amenas, los
cantos y la música, los paseos, el teatro.
-¿Participamos en los juegos
de los muchachos?
-¿Sabemos ofrecer
alternativas al juego del fútbol de verano y al ping-pong de invierno?
-¿Tenemos controlados a los
prepotentes, calmamos los pleitos cercanos y sabemos alargar nuestra mirada a
lo lejos? ¿defendemos a los más débiles? ¿hacemos de modo que todos puedan
jugar? (algunas reglas sencillas y claras sobre la cuestiones en disputa, como
“cuántos pueden jugar en un campo”. ¿no estarían bien?
-¿Qué pensamos de una
organización de lectura amena con revistas, álbumes, como Primavera, Nuestro
Tiempo, en la sede de nuestro Grupo?
-¿Pensamos que sea
conveniente organizar paseos a pie? (están naciendo muchos grupos de
caminatas).
-¿Es posible organizar algo
para la tarde del domingo (aun para pocos muchachos)?
-Gente que vivió hace años,
dice que el patio de los muchachos era mucho más animado e interesante, a base
de torneos en serio, juegos diversos. ¿Se puede reemprender?
-¿Los Scouts son utilizados
para enseñar y eventualmente dirigir otros juegos a los grupos oratorianos?
-¿Los padres de familia son
invitados a ser árbitros-pacificadores de los muchos partidos que se llevan
adelante?
-Buscad en las páginas del
acontecer oratoriano de Don Bosco los otros elementos que hacían “rico de gozo
y alegría” el Oratorio y ved si es posible reproducirlas en el vuestro.
-Releed las páginas del
Reglamento de Don Bosco, subrayando los elementos que lo hacen rico de alegría
y de gozo.
-Dad una opinión sobre
vuestro Oratorio y actuar (presentar hechos) a este respecto.
3. Un ambiente cristiano.
Lo creaban:
-La presencia de animadores
que eran cristianos de verdad.
-Ayudaban a los muchachos a
encontrar, en la amistad del Señor, la raíz de su dignidad y de la verdadera
alegría.
-Hablaban de amistad con el Señor
y del pecado. Leían con ellos el
catecismo, el Evangelio, narraban la Escritura y hechos que servían para
reavivar la vida cristiana.
-Ayudaban a hacer la
Confesión y la Comunión como “elementos esenciales” para la felicidad de un
joven.
-Organizaban grupos
formativos, retiros y Ejercicios Espirituales; daban un pensamiento cristiano
diario (Buenas noches).
-Ayudaban a huir de los
peligros y a superar las dificultades.
Tenían redactado un
reglamento sencillo y claro sobre el comportamiento cristiano de un muchacho en
el Oratorio y fuera de él.
Sugerencias de reflexión.
-¿Ayudamos a los muchachos a
ser más cristianos tratando seriamente de serlo nosotros? ¿ven en nosotros un
modelo cristiano?
-¿Hablamos de la amistad con
el Señor y del pecado? ¿Explicamos que en la amistad con el Señor está la raíz
del verdadero gozo y de nuestra dignidad?
-¿Leemos con ellos el
catecismo, Evangelio, narramos hechos de la vida del Señor, de Don Bosco y
otros que reaviven su vida cristiana? ¿los ayudamos a prepararse para la
confesión y la Comunión?
-¿Es posible organizar dentro
de un grupo de edad (o de “grupos de edad”) otro grupo formativo de pocos
elementos, comprometidos en la lectura del Evangelio, y en el deseo de
mejorarse haciendo el bien a los demás? ¿o existen sólo grupos deportivos?
-¿Se puede volver al
pensamiento cristiano diario con breve oración como hacen tantos oratorios
salesianos? ¿cómo? ¿cuándo?
-Un breve reglamento que se
necesite en estos momentos, ¿es posible redactarlo?
-¿Qué pensáis del hecho de
que en el Oratorio hay muchachos (13 años) que dicen tranquilamente que no
creen ni en Dios ni en nada, y jovencitos (16 años) que no van a Misa desde
hace 3 años, que nunca han rezado? ¿qué han recibido de nosotros, además del balón
y la raqueta de ping-pong?
-¿El alejamiento gentil pero
firme de quien tiene la triste costumbre de blasfemar o tener conversaciones
obscenas, nos parece una tarea superada? ¿o se puede discutir?
-Buscad en las páginas del
acontecer oratoriano y en el Reglamento del Oratorio los elementos que hacían
“cristiano” el Oratorio y ves si es posible reproducirlo para vosotros.
-Dad una opinión sobre el
Oratorio actual (presentar hechos!) a este respecto.