ࡱ> SUR9 5bjbj .H1l(((((((<ZZZZ f<\^^^^^^$ `( (( ((\ \ j @((@ `~H&Jr<Z j@@0@ @ <<(((( Sor Mara Troncatti Dios llama en la selva 16 de febrero de 1883 - 25 de agosto de 1969 En 1892 el Boletn Salesiano llegaba a Corteno de Brescia, y la maestra, al final de la leccin, se lo lea a sus pequeos alumnos y alumnas. Lea las cartas de los misioneros, sus aventuras en las pobrsimas regiones de Amrica del Sur, su trabajo entre los emigrados y los indios. Entre las nias que escuchaban encantadas estaba Mara Troncatti, con nueve aos y una inocencia que afloraba en sus ojos claros. Mara hubiera querido partir enseguida para las misiones, pero haba otras cosas que hacer en la casa de pap Santiago y de mam Mara. Haba que subirse, todos los veranos, a los Alpes con las cabras, hasta el refugio. Haba que preparar la polenta para el pap y los hermanos que guardaban las vacas en los prados altos, ordeaban la leche y hacan el queso. En 1900 Mara cumpli diecisiete aos, y tuvo la valenta de confiar a alguien su gran deseo. Se lo manifest primero a su hermana mayor, Catalina, luego al prroco. La mayor dificultad estaba en decrselo a su padre, hombre rudo y con un amor muy tierno a sus hijas. Una mirada severa de sus ojos y un largo silencio de enfado cerraron la conversacin... durante cuatro aos. Mara rez, continu obediente y serena la vida de todos los das. El prroco, de vez en cuando iba a hablar con el padre y la hija. En 1904 Mara Troncatti cumpla veintin aos, y continuaba constante en su decisin. Hasta que su padre le dio el permiso. Le dio todo lo que se necesitaba para prepararse el equipo, no dijo ni una palabra de desaprobacin. Pero cuando la bes a la puerta de casa, cay desmayado. La guerra y el tornado La primera obediencia la destin a Rosignano Monferrato, como cocinera y catequista de las nias, que enseguida la quisieron muchsimo. De Rosignano a Varazze, mientras estalla la primera guerra mundial. Sor Troncatti toma parte en un curso para enfermeras, mientras el colegio salesiano se transforma en hospital. Tiene treinta y dos aos cuando comienza a dar vueltas por los corredores, entre los soldados destrozados por las granadas. El 25 de junio de aquel ao 1915, un violento tornado se abate sobre Varazze. El agua del torrente Teiro invade el colegio, rompe las paredes. Sor Troncatti se encuentra, no sabe cmo, sobre una mesa del comedor arrastrada por la corriente entre remolinos y escombros. Se dirige a la Virgen, y le promete que si salva su vida ir a las misiones, entre los leprosos. Se salva agarrndose a una barandilla, mientras otra hermana es arrastrada. Escribe una carta larga a la Madre General, contando lo que ha sucedido y haciendo su peticin para las misiones, entre los leprosos. Pasan siete aos, y la peticin duerme en los cajones de la Superiora. Una nia, Marina Luzzi, en marzo de 1922 se est muriendo por una pulmona doble. Sor Mara est a su lado. Ambas saben que ya no hay esperanzas. En cierto momento sor Mara murmura: "T vas a ver a la Virgen pronto. Dile que me obtenga de Jess marchar misionera entre los leprosos". Marina la mira, sonre y logra musitar la respuesta: "Usted ir como misionera al Ecuador". "Pero yo he pedido ir a donde los leprosos." Marina contina sonriendo y repite: "Al Ecuador". Marina Luzzi, un alma transparente que haba pedido como ltimo regalo morir en la "casa de la Virgen", va al encuentro de Dios aquella misma noche. Y tres das despus Mara Daghero llama a sor Troncatti: "Hace siete aos que pediste ir a las misiones. "Pero cmo poda mandarte en plena guerra? Ahora los mares estn tranquilos. Irs al Ecuador". Marsella, estrecho de Gibraltar, ocano Atlntico, estrecho de Panam, ocano Pacfico. El barco costea Colombia, baja a lo largo del Ecuador y se enfila hacia la baha de Guayaquil. En la periferia de la ciudad hay una casita de madera con algunas Hijas de Maria Auxiliadora, y nubes de muchachas que cantan, estudian, juegan. Sor Troncatti pasa su primera navidad misionera. Y all aprende las primeras nociones sobre su nueva patria. Ecuador tena seis miiones de habitantes, con esta curiosa distribucin: el 49% de la gente habitaba a lo largo de las orillas del mar; otro 49% habitaba en las provincias que desde el mar trepan hacia las cordilleras de los Andes; eran blancos e indgenas que lentamente se haban mezclado; el 2% habitaba en las vastas y desconocidas tierras del oriente, ms all de los altsimos e insuperables Andes. Este 2% estaba formado por colonos y aventureros blancos (llegados en gran parte de Per y de Colombia) y por las tribus de indios shuar y achuar. Entre blancos e indios haba continuos encontronazos y choques, y todos vivan metidos en la "selva". Dentro de ese 2%, los misioneros y misioneras salesianos trataban de introducirse y establecerse. Gran expedicin a la tierra de los indios Despus de un tiempo de "aclimatacin" en Chunchi, una pequea ciudad montada sobre las espaldas de la cordillera, y habitada prevalentemente por indgenas (donde ella fue mdica en el ambulatorio y farmacutica en el pequeo despacho de medicinas llamado botiqun), lleg el obispo misionero Domingo Comn y dijo: "Es hora de partir". Empez a andar la gran expedicin que deba atravesar la altsima cordillera andina y luego bajar a la selva, hasta la tierra de los indios shuar. El padre Albino Del Curto, que tena que dirigir la expedicin, haba recorrido primero aquella zona inexplorada, y junto con algunos obreros haba trazado un sendero y construido algunas chozas que seran su refugio durante el viaje. En Cuenca, a 2.000 metros de altura, la ltima parada entre personas amigas, en la casa dedicada al "Corazn de Mara". Sor Troncatti, sus dos jovencsimas compaeras, sor Dominga Barale y sor Carlota Nieto, junto con la inspectora y la novicia que las acompaaban (y que luego se volveran enseguida) se vistieron para un viaje por en medio de la vegetacin de la selva, llena de lianas, ramas enredadas, hierbas gigantes. Se vistieron un delantal de tela, un guardapolvo, un sombrero de ala larga, botas hasta media pierna. Se pusieron en camino con el obispo, dos salesianos, doce robustos porteadores. A la cabeza de todos don Albino Del Curto, y a la cola los hombres de escolta venidos desde Cuenca a caballo, costeando torrentes que aparecan y desaparecan entre precipicios espantosos y picos de montaa cuya cima no se vea, subieron hasta los tres mil metros de Pailas. Era intil buscar esa localidad en los mapas geogrficos, porque la haba construido poco antes don Albino: una construccin en madera con tres habitaciones. Pudieron descansar una noche al abrigo. A la maana el obispo dijo la misa, mientras una lluvia torrencial caa sobre la selva. Cuando la lluvia, que pareca que no iba a terminar nunca hizo una pausa, los hombres de la escolta ensillaron los caballos e iniciaron la vuelta. Los misioneros y misioneras continuaran a pie, por el pequeo sendero que trepaba interminablemente por entre los rboles de la selva. Avanzan rezando, entre ramas resinosas y hojas viscosas. Sor Troncatti no se acordaba de cunto haba durado el viaje: recordaba que haba rezado, llorado, que haba perdido los tacos de las botas y que se haba desmayado. Don del Curto, siempre a la cabeza de todos, cantaba las glorias de la Virgen, y sor Troncatti trataba de acompaarle al menos con el corazn. Y sin embargo, recordaba que en aquel interminable viaje le haba entrado el miedo: un miedo invencible a aquella marea verde que no se acababa nunca, y que la iba a acompaar durante meses y aos. Operacin quirrgica con la navajita Un tiro de fusil rompi el desagradable encantamiento. Un tiro de fusil disparado por el, padre Corbellini, que con algunos shuar haba salido al encuentro, haba visto desde arriba la caravana y daba as la bienvenida. Se abrazaron. Recorrieron en canoa un trecho del ro Paute. Y he ah Mndez, el centro del vicariato apostlico confiado a monseor Comn. Recibieron una desagradable sorpresa: la misin estaba ocupada por un centenar de shuar armados y amenazantes. En un choque entre dos tribus, la hija de un jefe habla sido alcanzada por una bala que le haba atravesado el brazo y se haba hundido en el seno. El jefe se acerc al padre Corbellini y en el poquito de espaol que saba fue brutalmente explcito: "T curando, nosotros ayudando. T no curando, nosotros a todos muerte dando". El obispo se volvi a sor Troncatti: "Usted es la nica que sabe de medicina. Se atreve?". "No." "De todos modos, oprela usted. Nosotros rezaremos." Con un poco de tintura de yodo y una navajita esterilizada a! fuego, sor Maria arremeti contra el absceso que en cuatro das se haba formado alrededor de la bala. Abri hasta el fondo mientras deca: "Mara Auxilio de los cristianos!". La bala salt fuera y fue a caer a los pies de los shuar, que rompieron a rer contentos. La Indgena de trece aos, despus de tres das, pudo volver a la selva con los suyos. Despus de la parada en Mndez, la caravana sigui hacia Macas, a cuatro das de camino, subiendo de nuevo el curso del ro Upano. Macas era un poblado de colonos, rodeado de jibaras, las viviendas colectivas de los shuar. La misin, con la casita de las hermanas, se alzaba sobre una colina. La acogida fue cordialsima. La gente fue a ofrecer sus regalos: gallinas, botellas de miel, huevos, racimos de bananas. Sor Troncatti abraz a todos, llor por ltima vez cuando la inspectora y la novicia se volvieron junto con el obispo. Luego se sec las lgrimas, se arremang, y dijo a los dos jvenes misioneras que se quedaban con ella: "Y ahora, a trabajar. La Virgen nos ayudar", Tena cuarenta y dos aos. Pasara otros 44 en aquella selva, en el ambulatorio y en la escuela, sobre los senderos y las canoas con las que alcanzaba las jibaras, entre aquella gente de piel blanca y oscura, que en aquellos das comenz a llamarla "madrecita", y as sigui siempre. Los cuarenta y cuatro aos de madrecita Cmo narrar aquellos cuarenta y cuatro aos, densos en das y acontecimientos, en sacrificios y xitos, en lgrimas y salvacin? Mara Troncatti se desgast como una moneda que pasa de mano en mano, que todos emplean y todos gastan. Los episodios, todos los episodios de bondad y de recia caridad, los ha registrado slo el Seor. l ha visto a Yampauch, la pequea shuar de once aos, huir de su casa en la que la madre se haba ahorcado de desesperacin, y refugiarse en sor Troncatti diciendo: "Tenme contigo". Ha visto a la madre blanca, maltratada por su marido borracho, huir de noche con sus nios y llamar a la puerta de las hermanas: "Madrecita, si no nos recibes t, aquel nos va a matar". Ha visto a sor Mara adoptar al hijo ilegitimo de una pobre criada, que todos queran matar, y que ella puso en una cuna junto a su cama, le llam Jos Mara y lo cuid como hijo suyo. Despus de diez aos de trabajo, sor Troncatti escribi en la relacin anual: "Tenemos 70 alumnas en las clases elementales; 80 muchachas, prometidas o casadas en el taller para externas; 28 hurfanas blancas internas; 200 shuar en el catecismo". Vala la pena llorar sobre el sendero que suba hacia los Andes, para plantar en aquella selva el Reino de Dios. As pensaba la madrecita, cuando todas las tardes haca el va crucis y aada una hora de adoracin a las oraciones que haca con su pequea comunidad. En 1947 se rompe de golpe el aislamiento de la Selva: pequeos aviones consiguen unir Mndez con la capital dcl estado, Quito. El 27 de agosto de 1948 sor Troncatti sube a uno de los pequeos aviones y va a la capital a hacer los ejercicios espirituales. Tiene sesenta y cinco aos. En los aos siguientes ve llegar la luz elctrica, la estacin de radio, el molino, la trilladora, hasta un jeep. Ve nacer, como un milagro, la Federacin Shuar, para defender a las familias indgenas de las prepotencias de los blancos. 25 de agosto de 1969. Sor Troncatti tiene ochenta y seis aos y las piernas hinchadas. Ya no la llaman "madrecita", sino "abuelita". Sube una vez ms a un pequeo avin para ir a los ejercicios espirituales. Pocos minutos ms tarde; la radio de la Federacin Shuar interrumpe la transmisin y una voz estremecida comunica: <me?)M]rTZss]h3z]!6`tu[ Hy:OyI kFj:q*QW36X3W;g;'"L6[kJjmʗ |в}Շ)Zt3c')GR{qt!RLI5ڨrtbTl0K/_ƄP"̈́tF#!-z.dl@6V͂hmV6=\Zg 6צIM,:~YY(̣ͻ\i4^Pe)1!ړ$ b 5]2isd: 1RrtmJutg@a 1 ~vTC0>(5Z:#p88 Btttt'dҥD2WW:u+c%4LɌ:3QNB7U(+&E]d!I I*'cy9*f'Ht\rndedbH战TˬqalmRȮd%񮏌v+12bIPLEL< Tx{R˫2 xAl hEзX 촍vՁ)Ŗմ)Rey*-3SXI:{Ruw<| 5@@|]f'eO3[W2VNNuO/jWWݣ*;o8xGdz3cVU4a5K$]l',E v|L&,q!!,om] kY2=bz7_jC^u2L!/jXxh>;Yd=fif뷘dY=3=:- 獕@tre+%WU3 WH.lGE `$L[D2N(<'/j]e( 5ۡ[lY^BbaZt̔=lsڑW953;FbP1s,bQE3l8 k2eJJteL wTՔedqT;ŁY>,I~{R<y(xtq]vUș)w 3)Όhs/g*༔$h~>8UF.'Q_ttƘ-Աp*W^ dc#jP說h5p7_iX&0% <>SO/%|^Ryk寋_/%|^B޾._2÷>'?<ՖյmM5na:O jxN.m POȉѓ?;?;?{y Υ;,>b1 NJFsҡbdbVNfY@V~6B9Zi#ήI.$A_Y1+;.YX#1rw0Rpq(+0أnPf݅qtm0:G@ W-VCgVP ͎=#Utgzʼfq.s{Q2P~ڡQp.ָ^].3I lp7E*m؛Zo 3ptQͭO:vVӁ+U4)/y);pN ͈~h7'DOTJo;qp|bwIMd@ڡdt ړ kn1]AT`T6LɘəX Y.TfSl٭L:,qU*9UCLHc p@ |(1>(lP& b(9ڃ,K_ %o(0Es] M -9&oyĭ~J:oUZO 7޽U_1ת;zU|o^VzcUWv޽UO0^wUS;ת'^̬?!5#LJE"5t̓P`DkIuޒ+C*9=MSc'kk]ڏ(Pf[jW}ԡ6N6q 3S#Krz1o}s s?(Hd TĮtZ#R/+Mpby50?.9씶RP.U:e Je .]'aEF~6W+-FS#kGc2w3\ &KnG}u)X]4/i|ͼ^t JƵ,HG\G?{cUcw,Y&/ ; 8ߤ|j^/q<b/ '^W}Xa/f)E|Թ<; \g]~'u(ZN >A}z+y`;0n_I  7p~̫ x;Jr#uc%@31Dr5SakzókZyrQ䦼%BM2\\s*)Uilt1_cZ%UY 9=M}G>&6~KA  b<%#A@\vzuݺKA"[`v_&~Ή?|9KN>Rk-]LfwRV1~O `^4K:*eܿ` J<_Ve`7IF9zn+u򜤣R]CoP3;D <ɿ[CLߎ/%6{AwlD%2~B¼JӂYi_>s[1S{q'1*DҹQJG?פC,i(Ppa-yw6;*4Uz>eszI}8Xv次kRpLi۷;2gmlU{Ty^Qq!F|Mv:_Cfj@Եk^x¿W1 N;BOU1a2'aSg8ߣԏ| ~8~uOP:l)YEjc*YojU/1>S*VWh+t'PG}ް $ K{t^ Hh_'?/ejH`),< 3|9Ϣ}ʲV2?#O_<tAv[8g]?!YWabê~ԃZ!դYpRqWW.:Cs>y"YRR} ˄a ^AOH 3ubãdͺ.9q`tu3 v ~T:\]GA)*SeAeNM|gAJ R$f0%z) a551MP .?!JZGUuz⨝KJ7褿_p~_UfcAtz. 32LkŌ f%*i a|$rGj\2o01ԜWB.0=֡oIpH_H"C_tUBH=..ܨJoG=GHO / % l$ 7F ;vRQ?7679QWu=|dv44j @OO*tyO%Ȳ8ɍa RC-(Ċ^m5tR u'O*>5My̕%m?ٻj+F[8=&{7߆XC{Y;C,sMel'%K .9. ҋTZThs%~,q VoqT_>nMDl! 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